Miércoles, 08 Mayo 2024

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La Comisión Económica para América Latina y el Caribe –Cepal-, publicó la edición del Panorama Social de América Latina en el cual se  retoma el análisis de las tendencias en la evolución de la desigualdad de ingresos, la pobreza y el gasto social en América Latina, y se incluye un análisis de la migración, fenómeno que ha ganado importancia en la agenda política y social de la región. El informe completo se puede descargar en el siguiente link

https://www.cepal.org/es/publicaciones/44969-panorama-social-america-latina-2019

A partir de 2015 los niveles de pobreza y especialmente de pobreza extrema aumentaron. En 2018, alrededor del 30,1% de la población regional estaba bajo la línea de pobreza, mientras que un 10,7% se encontraba bajo el umbral de la pobreza extrema. Esto significa que aproximadamente 185 millones de personas se encontraban en situación de pobreza, de las cuales 66 millones estaban en situación de pobreza extrema.

Por: Isabella Arria

Foto: tribuna.com.mx, Manifestación contra el Biarritz, Francia

 

Los siete países capitalistas más industrializados (Estados Unidos, Canadá, Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Japón) desnudaron sus diferencias en la cumbre celebrada en la coqueta localidad francesa de Biarritz, donde el presidente estadounidense Donald Trump logró que no se llegara a conclusión alguna.

Mientras Francia intentaba tender un puente entre EU e Irán, en momentos de una ofensiva de Washington, sus aliados saudíes e Israel contra Teherán. El viernes, Macron, quien busca que Trump suavice las sanciones y reanude el diálogo, se reunió con el canciller iraní Mohammad Javad Zarif, quien el domingo llegó sorpresivamente a Biarritz, tras el encargo del G-7 al presidente galo de rebajar la tensión nuclear, y afirmó una solución en torno al tratado atómico es "difícil, pero vale la pena intentarlo".

Donald Trump sorprendió: guardó las formas, no mandó tuits insultantes, pero las diferencias de fondo entre los siete principales países capitalistas afloraron durante los dos días de reuniones. El consenso no asistió a un foro donde las alianzas son asimétricas, pero que en general pueden resumirse en EU de un lado y los demás del otro. Por ejemplo, Trump propuso readmitir a Rusia y los demás se resistieron.

Los europeos argumentaron que el G7 es un club de democracias liberales y que en caso de regresar al grupo, debe resolverse el motivo por el que se expulsó a Rusia. Japón mostró una posición neutral. Italia proclive al regreso ruso. Pero lo que más preocupó fue la escalada proteccionista de Trump, quien alardeó de la buena marcha de la economía y el pleno empleo en su país, que contrastó con el estancamiento europeo y el desempleo crónico en países como Francia.

Trump aterrizó en la localidad francesa de Biarritz desbocado, tras anunciar un aumento de aranceles a China, e instó a las empresas estadounidenses a dejar de fabricar en el país asiático. La misión de Macron durante tres días fue la de apaciguar a Trump para evitar que reventara la cumbre del G7.

Todo era posible que aconteciera en esta cumbre del G7 donde mucho dependía de lo que hiciera el volátil Donald Trump, o que Gran Bretaña siguiera en la Unión Europea o se aliara con Washington, y hasta que el Mercosur terminara como un protectorado de Occidente. Todo, a pesar de la guerra comercial entre EU y China, las divergencias sobre Irán, Siria, los dispositivos fiscales y el medio ambiente.

Todos estaban prevenidos, sabiendo que Trump insiste en dinamitar los organismos y foros multilaterales para llevar a cabo su cruzada de América Primero, en su papel de jefe de la primera potencia económica mundial. Así justificó la retirada de EU del acuerdo de París para luchar contra el cambio climático, el abandono del pacto nuclear con Irán o el distanciamiento con sus socios atlánticos. Intenta fijar las reglas de juego para todos (socios o competidores, le da lo mismo)

Bajo la falaz premisa de que “las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”, la Casa Blanca ha emprendido una ofensiva comercial y tecnológica contra Pekín, con un final no apto para cardíacos. Algún optimista puede pensar que la escalada arancelaria y empresarial culmine con un acuerdo, pero nadie puede imaginar que Xi Jinping acepte firmar el alto el fuego y que el árbitro de su cumplimiento sea Washington.

Obviamente, ese papel le corresponde a la Organización Mundial del Comercio (OMC), a la que EE UU sabotea al impedir renovar los órganos de arbitraje. Pero Trump también se queja de que el dólar está sobrevalorado y pretende que la Reserva Federal, que baja sin freno las tasas de interés, y pretende que con sus tuits interviniendo en los mercados, consiga bajar el valor de la divisa, y estabilizarla.

Si no lo sabía, Trump se apercibió en esta reunión del G-7 que no puede pedir la cooperación de los principales bancos centrales (europeos, japonés) mientras amenaza a esos mismos países con imponer aranceles a sus productos o estimula al Reino Unido a irse de la Unión Europea por la ventana.

El diario conservador español El País señala que es un pecado repetido con cierta frecuencia, y más o menos intensidad, por los sucesivos Gobiernos republicanos de Estados Unidos. Pensar que la supremacía estadounidense es suficiente para imponer sus tesis y que se cumpla su voluntad. Solo que en esta ocasión puede llevarse el orden global por delante.

El Mercosur se incendia

Francia le imprimió un carácter informal a la cita (sin declaración final), ante la posibilidad de que nuevamente el presidente estadounidense Donald Trump, luego de su fracasado intento de comprar Groenlandia, despedazara cualquier acuerdo con sus ímpetus imperialistas y antimultilaterales.

El presidente francés Emmanuel Macron aprovechó el enorme incendio de la Amazonia y las provocativas palabras del presidente brasileño Jair Bolsonaro - y, sobre todo, la ausencia de reacción inteligente y soberana de los otros tres países del Mercosur (Argentina, Paraguay y Uruguay)- para atacar el acuerdo secreto suscrito recientemente entre la Unión Europea y este bloque sudamericano.

Macron, en un discurso calificado de maniqueísta, señaló que por culpa de Bolsonaro y su política en el Amazonas se opondría al acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur, lo que sirvió para esconder una vez más las responsabilidades de las siete potencias en los dramas actuales, entre ellos la desigualdad mundial que promueven.

No habló –claro está- de Japón y su pesca brutal de las ballenas, Alemania y su multinacional Bayer, propietaria de la ecoterrorista Monsanto, Italia y su desprecio por la condición humana ante la crisis de los migrantes en el Mediterráneo, y todos como promotores y suministradores de armas con las que se nutren conflictos como el de Yemen, se respaldan a dictaduras y se hace añicos la región del Medio Oriente.

Paradojalmente, el entreguismo de los gobiernos neoliberales del Mercosur salvó al G7, le dio un espaldarazo a Macron para relanzarse como una figura internacional defensora del medio ambiente y –según analistas- dejó a los países del Mercosur con Brasil a la cabeza como unos incompetentes subdesarrollados que necesitan de la tutela del mundo para sobrevivir, porque si se los deja solos destrozan el planeta.

También el aún presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk puso en duda la ratificación del acuerdo comercial entre la UE y el Mercosur si el presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, no combate los fuegos en la Amazonía brasileña. De igual modo, Tusk avisó que "no facilitará" a Reino Unido que pueda abandonar la UE sin acuerdo previo

Francia e Irlanda amenazaron con no aprobar este acuerdo de libre comercio si Brasil no cumple sus compromisos de defensa del medio ambiente. Finlandia, que preside actualmente la Unión Europea, propuso imponer restricciones a las importaciones de carne de Brasil, el mayor abastecedor mundial, como forma de presionar al país a preservar la Amazonía.

¿Democratizar el G-7?

Y en su diatriba “ecologicista”, Macron atacó la actual arquitectura del G-7 (hay que abrir el grupo a las grandes democracias, dijo) y anunció una serie de iniciativas para reducir la velocidad del transporte marítimo como a fomentar “una coalición de acciones sobre el rubro textil”, el segundo más contaminante del planeta. Macron aclaró que las empresas del sector se comprometerían “con fechas y objetivos”.

India, Chile, Australia y África del Sur fueron los países invitados a esta cumbre, dejando fuera a Argentina y Brasil, miembros del Mercosur, por ejemplo.

El tema más controvertido entre Macron y Trump fue el impuesto que Francia decidió cobrar a las trasnacionales de la comunicación  Google, Amazon, Facebook y Apple, formidables evasoras de impuestos en todo el mundo, que ahora tendrán que pasar por el fisco francés. Trump calificó la decisión como “una estupidez de Macron, no me gusta lo que Francia ha hecho” y amenazó con aplicar altísimos gravámenes a las importaciones de vino francés, abriendo otra grieta.

La desigualdad

El tema del que no se habló en Biarritz, lógicamente, es el de la desigualdad, ya que el G7 es el mayor arquitecto de la desigualdad mundial. Un reciente informe de Oxfam señala que “al adoptar un régimen neoliberal fundado sobre la desreglamentación y la privatización y, por consiguiente, modelar la economía mundial según ese modelo”, los miembros del G7 contribuyeron al incremento de las desigualdades.

Añade el informe que en las últimas décadas las desigualdades de las ganancias se agravaron en todos los países del G7: el 20% de la población más pobre reciben en promedio 5% del total de las remuneraciones mientas que el 20% más rico percibe el 45%”. Otro dato: el 40% de los millonarios del mundo residen en los países del G7.

Boris Johnson ha dejado claro desde que se puso al frente del gobierno hace un mes que no quiere oír ni hablar del backstop, la cláusula de salvaguarda que dejaría a Irlanda del Norte en la unión aduanera con la UE de manera provisional para evitar fricciones en una zona que vivió un duro conflicto en los años 90. Quiere que todo el Reino Unido rompa con la UE el 31 de octubre, pero, a la vez, desea evitar controles físicos en la frontera, en un equilibrio más que complicado.

La UE se muestra desconfiada de que una nueva idea pueda desbloquear en el último momento más de dos años negociaciones. En respuesta a una carta enviada por Johnson el pasado lunes en la que explicaba su voluntad de negociar “soluciones alternativas”, Tusk lo acusó de no plantear opciones “realistas” y de querer una frontera dura en Irlanda, “aunque no lo admita”.

La UE se muestra reacia a cualquier modificación en el acuerdo que firmó con Theresa May, pero tampoco quiere un brexit sin acuerdo. Un no deal podría tener consecuencias impredecibles para ambas partes. Sin ir más lejos, no habría período de transición: el 1 noviembre ninguno de los 3,2 millones de europeos que viven en el Reino Unido tendría seguridad sobre su situación de residencia, y posiblemente se formarían colas kilométricas de coches y camiones en las fronteras.

Trump seduce a Boris

Mientras, Trump prometió este domingo un acuerdo bilateral de comercio "bastante rápido" ya que "no prevemos ningún problema", al primer ministro británico Boris Johnson, una vez que el Reino Unido abandone la Unión Europea. Trump afirmó que Johnson "es el hombre adecuado" para llevar a cabo la salida del Reino Unido de la UE, prevista para el 31 de octubre próximo.

"Estamos trabajando en un acuerdo comercial muy amplio y creo que saldrá adelante", y ahora los británicos "no tendrán el obstáculo, el ancla alrededor del tobillo", dijo Trump en referencia a la todavía pertenencia del Reino Unido a la Unión Europea.

Johnson advirtió por su parte de que "habrá conversaciones duras" con Washington, pero resaltó que hay "enormes oportunidades para el Reino Unido en el mercado estadounidense" que actualmente su país no puede aprovechar. Los británicos temen que Washington exija a Londres la apertura de su sistema público de sanidad (NHS) a empresas privadas estadounidenses.

En esta nueva cita, los líderes del G-7, un grupo que pretende tener representatividad mundial pese a que no forman parte del mismo ni Rusia ni China, no lograron fijar una política común en torno a ningún tema relevante,  ni siquiera en la postura frente al régimen brasileño de Jair Bolsonaro, cuya incompetencia, irresponsabilidad y falta de sensibilidad tienen mucho que ver con los devastadores incendios en la Amazonía.

-Isabella Arria es periodista chilena residenciada en Europa, analista asociada al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, estrategia.la)

http://estrategia.la/2019/08/25/el-g-7-en-el-laberinto-de-la-guerra-comercial-el-brexit-iran-y-la-amazonia/

https://www.alainet.org/es/articulo/201779?utm_source=email&utm_campaign=alai-amlatina

 Boicot a la integración emancipadora

El empuje conservador y neoliberal en América Latina y el Caribe, aliado a los intereses imperialistas, ha desarrollado en los últimos meses nuevas iniciativas orientadas a establecer un nuevo tablero geopolítico regional y mundial buscando frenar y destruir los empeños de liberación nacional y continental de los procesos de integración y unidad emancipadora de la Patria Grande elaborados en los pasados quince años por los gobiernos nacionalistas, progresistas y de izquierda.

Se ponen, de esta manera, frente a frente dos proyectos estratégicos de la región: el de la liberación o el de la dominación.

La reciente creación --22 de marzo pasado—del Foro Para el Progreso de América del Sur (PROSUR), impulsada apresuradamente por los presidentes de Colombia, Iván Duque, y de Chile, Sebastián Piñera, y aceptada por los de Brasil, Jair Bolsonaro, Argentina, Mauricio Macri, Ecuador, Lenin Moreno, de Paraguay, Mario Abdo, y de Perú, Martín Viscarra, en la cumbre de Santiago de Chile, fue precedida por la acción de Macri y Bolsonaro de debilitar a la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) con la suspensión de su participación en la misma y continuada por Moreno con el despojo de su sede en Quito.

Si bien estos presidentes reconocieron el 23 de febrero, con gran repercusión en los grandes medios de comunicación empresariales, como presidente de Venezuela al fantoche de Donald Trump, Juan Guaidó, evitaron hacer el ridículo mayor impidiendo su presencia en la reunión de Santiago. Esto no significa, de ninguna manera, que la conspiración imperialista contra el gobierno revolucionario bolivariano y chavista de Venezuela presidido por Nicolás Maduro deje de contar con el concurso de los gobiernos de estos países, entre ellos sobresale el de Colombia que cuenta con nueve bases militares norteamericanas en su territorio.

Quebrar el proceso de la integración de la Patria Grande

El Foro Para el Progreso PROSUR, cuyo nombre rememora la Alianza Para el Progreso de los años sesenta impuesta por Estados Unidos en varios países de América Latina para afianzar su control regional en la Guerra Fría e impedir la influencia de la Revolución Cubana, busca desmantelar los avances revolucionarios de la Patria Grande. La formación y fortalecimiento, desde 2004, de PETROCARIBE, Alternativa Bolivariana de los Pueblos (ALBA), Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR) y Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) permitió a América Latina y el Caribe convertirse no solamente en un proyecto profundo de integración regional al margen del control de Estados Unidos, sino en una fuerza con peso propio en estrategia mundial de la multipolaridad.

Luego de derrotar al proyecto imperialista del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA) defendido por el entonces presidente de EEUU, George Bush, en la Cumbre de Mar del Plata en noviembre de 2005, se aceleró el proceso de integración emancipadora bajó el liderazgo de Hugo Chávez de Venezuela, Lula Da Silva de Brasil, Fidel Castro de Cuba, Néstor Kirchner de Argentina, Evo Morales de Bolivia, Rafael Correa de Ecuador, Daniel Ortega de Nicaragua y José Mujica, entre otros, y con un claro discurso bolivariano por la segunda independencia, se procedió a crear las instituciones correspondientes con el apoyo de los movimientos populares.

En 2008 se formalizó la existencia de UNASUR con todos los países de América del Sur y una estrategia integral que desarrolló políticas de comercio e integración económica y financiera, incluidos un fondo monetario y una moneda propios; de defensa militar con autonomía de Estados Unidos; de libre tránsito, migración y reconocimiento de la ciudadanía sudamericana; de lucha contra las droga y el terrorismo internacional; y de educación, salud, ciencia, tecnología y planificación conjuntas.

Por otra parte alcanzó logros de envergadura como la defensa de la democracia en la región, la solución de conflictos entre Venezuela y Guyana, la defensa de los gobiernos democráticos de Bolivia y Ecuador ante lo intentos de guerra civil y golpe de Estado y la pacificación en Colombia.

En 2010 se consolidó la CELAC como instancia de debate y consenso político entre los 33 países de América Latina y el Caribe, con la exclusión de Estados Unidos y Canadá, avanzando por primera vez en la construcción de la integración del conjunto de la Patria Grande como soñaron Simón Bolívar, José de San Martín, Francisco Morazán, José María Morelos o José Martí y estableciendo el principio de declarar a América Latina y el Caribe como zona de paz, cooperación e integración.

Inestable correlación de fuerzas

Si bien la iniciativa política en la disputa estratégica de los proyectos de integración favorece en la coyuntura al grupo de gobiernos conservadores y neoliberales de PROSUR tanto por su número como por su peso económico y geopolítico, es también cierto que varios de estos gobiernos son débiles como el del interino del Perú que se encuentra en una situación de alto rechazo del pueblo, el de Colombia con un proceso de paz muy frágil o el de Argentina que ha destrozado la economía del país y de la gran mayoría de la población, la misma que deberá elegir nuevos gobernantes en octubre de 2019.

La potencia y peso mundial de Brasil lleva a su Estado a la contradicción entre encabezar un bloque poderoso con todos los países de la región, como en la década pasada, o a convertirse en peón político de Estados Unidos a pesar de la gran dimensión e influencia económica de China. Bolsonaro encuentra fuertes críticas de sectores empresariales, académicos, políticos y militares ante esta situación que pone el territorio amazónico en manos de Estados Unidos y al mismo tiempo crea malestar social por sus posiciones reaccionarias y antipopulares.

A su vez, la crisis provocada en Venezuela por el bloqueo y el boicot comercial, financiero y económico ha influido en sus iniciativas de integración, aunque se mantienen sólidos PETROCARIBE y ALBA, en tanto que Bolivia y Uruguay apoyan con firmeza la integración sin exclusiones y, en el caso del primero, ha manifestado sin tapujos su total apoyo y solidaridad con el gobierno de Maduro y con el proyecto de integración emancipadora.

En el marco de CELAC, se mantienen su estructura y principios, particularmente con la clara posición de Manuel López Obrador de México de impulsar el acercamiento de los pueblos y países de la región frente a las agresiones norteamericanas, aunque en los últimos dos años se ha tratado de dañar la influencia de CELAC con las acciones impulsadas por el Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, contra el gobierno democrático de Venezuela, sin lograr su objetivo.

Estrategias geopolíticas en la región

La agresiva política de Washington (Trump y CIA) en América Latina y el Caribe con la finalidad de recuperar terreno perdido frente a su notable retroceso mundial choca con la emergencia de un mundo multipolar, en el cual las potencias económicas y comerciales de China e India se hacen muy fuertes, la fortaleza militar de Rusia es incuestionable como en los casos de Ucrania, Siria o Venezuela, o la insubordinación de Turquía, la Unión Europea, Corea del Norte o Irán hacen muy difícil que el dominio norteamericano recupere el lugar estelar que tenía en el pasado.

Con la mirada puesta en las próximas décadas y hacia fin de siglo, cuando la influencia estadounidense, china y rusa en América Latina y el Caribe alcanza niveles de disputa y choques de estrategia geopolítica global es pertinente reiterar nuevamente la disyuntiva para nuestros pueblos: “el siglo XXI nos encontrará unidos o dominados” como afirmara Juan Domingo Perón y argumentaran Jorge Abelardo Ramos, Andrés Soliz Rada y Norberto Galasso.

PROSUR no tiene identidad ni raíces en la lucha emancipadora y se inscribe en la lógica de la relaciones de dominación Norte-Sur, en tanto que UNASUR y CELAC son propuestas de unidad en el espíritu de la Patria Grande en la concepción de la Cooperación Sur-Sur.

 

Eduardo Paz Rada : Sociólogo boliviano y docente de la UMSA. Escribe en publicaciones de Bolivia y América Latina.

https://www.alainet.org/es/articulo/199334

 

Después del auge de los gobiernos antineoliberales en América Latina, la derecha ha retomado la iniciativa y ha desatado una fuerte contraofensiva de restauración neoliberal. Ese movimiento ha empezado con la violencia de la oposición y el aislamiento internacional de gobierno de Nicolás Maduro, en Venezuela. Ha seguido con la victoria electoral de Mauricio Macri en Argentina. Ha continuado con el golpe en Brasil que destituyó a Dilma Rousseff. Tuvo un nuevo episodio con la derrota de la consulta popular convocada por el gobierno de Evo Morales sobre la posibilidad legal de ser candidato a un nuevo mandato presidencial. Y se ha completado con la reversión del gobierno de Lenin Moreno que, elegido por la izquierda y con el apoyo decisivo de Rafael Correa, cambió de rumbo rápidamente y adhirió al movimiento de restauración conservadora en el continente.

 

¿Cómo proyectamos una imagen de futuro de la izquierda en estas ciudadanías etéreas que produce el colonialismo 2.0, capaces de movilizarse por el maullido de un gato pero anestesiadas frente a la muerte o el hambre de millones de seres humanos? ¿Cómo nos comunicamos con los jóvenes que tienen incorporados en su ADN la cultura digital? ¿Cómo comunicamos la política para que no sea una abstracción o un bostezo?

Desde la década del 90 del siglo pasado, Herbert I. Schiller daba por sentado la existencia de un “Imperio Norteamericano Emergente”, cuyos misioneros viven en Hollywood. “Es un imperio con un mínimo de substancia moral, pero Hollywood es solo la zona más visible de ese imperio. Existe ya una amplia y activa coalición de intereses gubernamentales, militares y empresariales que abarcan las industrias informáticas, de la información y de medios de comunicación. La percepción del mundo que tienen estos actores es decididamente electrónica.”[1]

En Uruguay ningún actor o sector político se reconoce públicamente de derecha. Eso no significa que no exista ni, mucho menos, que haya que recurrir a variables académicas o escalas “de cero a diez” para reconocerlas. Existe hoy y existió antes, aunque no se animen a reconocerse de esa forma.

Sanguinetti, quien fuera por dos veces presidente de la República, acuñó en el debate nacional -allá por los años noventa- la idea de “familias ideológicas”, según la cual el país se dividía en dos. Por un lado, el Partido Colorado y el Partido Nacional, los denominados partidos tradicionales, quienes gobernaron desde los inicios de la República hasta el años 2005 y, del otro lado, la izquierda, es decir el Frente Amplio (FA), partido creado en 1971 unificando a los distintos grupos de izquierda y, también, a partir del desprendimiento de sectores progresistas de los partidos tradicionales. Esta es una buena forma ya de prefigurar la separación entre la izquierda y la derecha en la política uruguaya.

La camaleónica derecha tradicional

En la actualidad, la derecha política está representada por los partidos tradicionales, aunque se reconozca en esos partidos sectores que realmente podrían sentirse muy incómodos con esa referencia. Pero también por un nuevo partido que aunque no participó en las elecciones nacionales de 2014 y hoy tiene representación parlamentaria, el “Partido de la Gente”, del que hablaremos más adelante.

Como se dijo, nadie se “pone el gorro de la derecha” en Uruguay. Dentro del Partido Nacional conviven dos grandes corrientes el “herrerismo” y el “wilsonismo”, y esta última reclama para sí una identidad más progresista. Sin embargo, y por poner un ejemplo, quien es el representante más reconocido de esa corriente, el senador Larrañaga del sector Alianza Nacional, está promoviendo una reforma constitucional a tono con otras de la región, que propone entre otras cosas que los militares puedan realizar tareas internas de apoyo a la policía[i]. Sin embargo, el herrerismo no acompaña, por ahora, esa opción. Tampoco lo hace ningún otro sector de la oposición, aunque ya algunos integrantes del Partido Colorado se van sumando. Habrá que ver cómo se mete en la campaña electoral del año próximo y allí se verán los apoyos que le puedan llegar a dicha propuesta.

El herrerismo está hoy representado por el hijo del ex-presidente Lacalle. Durante su Gobierno se promovieron las políticas privatizadoras de los 90, y también cuenta en su historial con el último asesinato por parte de las fuerzas policiales en una manifestación política. Tienen en la agenda latinoamericana una parte importante de su discurso internacional, atacando permanentemente a Cuba o felicitando el golpe que destituyó a Dilma, en Brasil.

Por otro lado, el Partido Colorado -quien gobernó durante la mayor parte de la historia nacional- hoy es un partido disminuido. Sin embargo, sigue jugando en la “cancha grande”. Su último líder en las dos últimas elecciones es el hijo del dictador Juan María Bordaberry, que inició la última dictadura cívico-militar en los años 70. Hoy anuncia su retiro de la política y el espacio que deja está intentado ser ocupado por Sanguinetti, aquél de las familias ideológicas de los 90.

Hace unas semanas el propio Sanguinetti convocó a una reunión entre los líderes del Partido Nacional, en clara señal de rescatar a la “familia”. Si lo que los une es la ideología, lo que les motiva es volver al Gobierno. Y Sanguinetti, con este cónclave, pretende avanzar en la posibilidad, aún remota, de una unidad superior a ambas divisas que los reúna para enfrentar a la izquierda. Eso parece lejos, pero desde ambos partidos existen corrientes que lo impulsan.

Un tercero con pinta de outsider

La Concertación fue un intento de hacer participar a los partidos tradicionales bajo un mismo lema electoral, que se presentó en las elecciones departamentales del 2015. Nació con resistencias en ambos partidos y ahora es un partido nuevo, llamado Partido de la Gente. Se presenta desde fuera del mundo político aunque sus referentes son hoy, principalmente, dirigentes de los otros partidos que se sumaron. Quien aparece cómo líder del Partido de la Gente es un gran empresario, muy a tono con otras propuestas políticas de la región y el mundo. Los empresarios devenidos en políticos que aterrizan con sus millones a hablar de “nueva política” o de la política como empresa. Nada nuevo, realmente; y claramente de derecha.

Contra qué pelea la derecha.

Lo primero es contra el Frente Amplio. Pretenden, como principal objetivo, remover al FA del Gobierno. Mientras, se van oponiendo de forma conjunta o alternada a las distintas políticas impulsadas por el Gobierno pero, en particular, todos al unísono entonan el coro de “la inseguridad”.

Se oponen a la denominada agenda de derechos, a las políticas sociales en general y a las de transferencia económica en particular. Se han opuesto a la legislación laboral promovida por el FA, especialmente la de los trabajadores rurales o del trabajo doméstico. Han defendido los privilegios de las jubilaciones de militares e históricamente han procurado enterrar la lucha por verdad y justicia frente al terrorismo de Estado de la última dictadura cívico militar.

En lo exterior se identifican con Macri, con Temer, con Piñera, con Rajoy, etc.: si bien no se animan a autoidentificarse públicamente, “por sus abrazos los reconoceréis”.

Una bocanada de derecha, no partidaria.

La derecha en Uruguay no sólo no se autoidentifica como tal sino que, a diferencia de otros países, no ha contado con expresiones sociales importantes, más allá de lo que puedan representar en sí las históricas cámaras empresariales.

Pero el 2018 trajo novedades. El 23 de enero surgió un movimiento autodenominado “Autoconvocados” luego llamado “Un Solo Uruguay”. Convocó a una movilización contra el Gobierno, aupando reivindicaciones económicas que afectaban a sectores productivos de la agroindustria. Los impuestos, el precio de la energía y el valor del dólar fue la tríada tras la que se encolumnó la consigna “rentabilidad o muerte”, sin desdeñar el sempiterno “Bajar los costos del Estado”.

La movilización se organizó fuera de las históricas asociaciones empresariales del sector rural, pero tuvo su apoyo, como el del resto del universo de Cámaras. Incluso en organizaciones de profesionales se discutió la posibilidad de apoyar la movilización. Pero, sobre todo, contó con el respaldo de la asociación de los grandes medios de comunicación que transmitieron el evento casi como si fuera cadena nacional.

Es cierto que últimamente han señalado que son una organización política pero no una organización partidaria. No obstante, sus referentes visibles y su simbología enuncian claramente su pertenencia a la “familia ideológica” de la derecha.

Hace pocos días, mientras los trabajadores de una estación de servicio (gasolinera) del interior del país realizaban una asamblea, un grupo de personas acudió de forma organizada -un grupo que preparaba una movilización de Un Solo Uruguay para los días próximos- intimidaron a los trabajadores al grito de “váyanse de acá” y otras referencias alusivas contra los trabajadores organizados y contra el Frente Amplio.

Por último, señalamos dos elementos más en este intento de visualizar las derechas no partidarias. A fines de junio un militar retirado fue procesado por vandalizar monumentos conmemorativos y recordatorios de acciones de detención, tortura y asesinato durante la última dictadura, llamadas “placas de la memoria”. Por otra parte, integrantes de los partidos tradicionales organizaron un patrullaje civil en algunas localidades, vistiendo chalecos antibalas y portando armas. Las expresiones más peligrosas de la derecha van perdiendo su timidez.

A modo de cierre

En Uruguay la derecha existe y está bien presente. Como en los tiempos previos a la última dictadura militar, expresiones no partidarias de grupos de derecha comienzan a procurar su espacio, provocando a los partidos tradicionales a ir asumiendo posturas de derecha más claras.

A poco más de un año de las elecciones presidenciales, las expresiones de derecha han abierto un abanico amplio, tanto a nivel partidario como en expresiones sociales y gremiales. El escenario regional más próximo los alienta, y no logran tragar todavía que el Frente Amplio, como expresión de las izquierdas, gobierne.

 

[i]https://www.elobservador.com.uy/larranaga-lanzo-la-campana-vivir-miedo-combatir-la-inseguridad-n1234353

 

Por: Ava Gómez y Bárbara Ester

En 2018 el ex-alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, irrumpió abruptamente en la liza política y desplazó del escenario a la alternativa progresista moderada que planteaba Sergio Fajardo. La clave del éxito de Petro se puede explicar por varios factores, entre los que la construcción narrativa efectiva -que confluye con un periodo de fertilidad de una opinión pública más abierta a la pluralidad- es de gran relevancia.

Por su parte, la joven lideresa de Nuevo Perú y ex-candidata presidencial, Verónika Mendoza, logró ocupar un lugar vacante en la política peruana: el de un(a) centro-izquierda/progresismo electoralmente competitivo. Esto quedó evidenciado en las elecciones generales de 2016, cuando alcanzó el tercer lugar en los comicios quedando a escasos 2,31 puntos porcentuales de Pedro Pablo Kuczynski.