En 1754, veintidós años antes que Adam Smith publicara Investigación acerca de la naturaleza y causas de La riqueza de las naciones, la Academia de Dijon lanzó una osada pregunta y ofreció un premio para quien se atreviera a responderla: ¿Cuál es el origen de la desigualdad entre los hombres? ¿Es acaso la consecuencia de una ley natural?
El filósofo Jean Jacques Rousseau se interesó por el tema y en respuesta escribió su obra Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los hombres. En ella, Rousseau sostiene que la desigualdad social y política no es natural, que no deriva de una voluntad divina y que tampoco es una consecuencia de la desigualdad natural entre los hombres. Por el contrario, su origen es el resultado de la propiedad privada y de los abusos de aquellos que se apropian para sí de la riqueza del mundo y de los beneficios privados que derivan de esa apropiación; ya en esa época, buscar respuestas a la desigualdad social era un tema central para las ciencias sociales.
Es un siglo más tarde, con el creciente proceso de industrialización, que comienza a crearse una diferencia importante en los niveles de ingreso, cuya relación, a nivel de ingreso medio entre los países “pobres” y los países “ricos” llegó, a principios del siglo XX a una proporción de 1 a 4, para pasar a principios de este siglo a una proporción de 1 a 30.
El neoliberalismo, versión radical del liberalismo económico, delimita la grandeza del ser humano a la capacidad de generar ingresos monetarios, exacerba el individualismo y la carrera por ganar y poseer, por ende, coadyuva grandemente a la agudización de la desigualdad. Desata la codicia, la corrupción y la violencia y, al generalizarse en los grupos sociales, destruye socialmente la comunidad. Se impone así un orden de valores y virtudes, donde la libertad individual es entendida únicamente como libertad para producir y consumir.
Este paradigma estructural, obedece a un modelo de injusticia global, provocando que una pequeña parte de la población tenga el poder y el control de la (in)estabilidad social y económica del resto del mundo.
Una de las principales causas que ha conducido a dicha desigualdad en el contexto de la globalización es –usando la terminología de ciertos politólogos- la Corporatocracia, es decir, el gobierno invisible de las corporaciones, compuesto por la élite política, empresarial y financiera.
Dicho sistema corporativo está compuesto por inversores, financieros y propietarios de empresas transnacionales. Eso sí, la desigualdad no actúa tan solo en la esfera económica, sino que el poder económico de dichas empresas as empoderan, además, de una inconmensurable potestad política, legal y social.
La Fundación Oxfam en su informe Economía para el 99% de la población (2017) señala: “Tan solo ocho personas (ocho hombres en realidad) poseen la misma riqueza que la mitad más pobre de la población mundial, 3.600 millones de personas; lo que demuestra que la brecha entre ricos y pobres es mucho mayor de lo que se temía. Las grandes empresas y los más ricos logran eludir y evadir el pago de impuestos, potencian la devaluación salarial y utilizan su poder para influir en políticas públicas, alimentando así la grave crisis de desigualdad”.
El informe, asimismo, demanda un cambio fundamental en el modelo económico de manera que beneficie a todas las personas y no solo a una élite selecta.
Dichas grandes empresas y poderes financieros son lobbies muy poderosos que influyen en las decisiones que toman los gobiernos centrales y condicionan políticas mundiales llevadas a cabo por el Banco Mundial (BM), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización Mundial del Comercio (OMC).
De acuerdo al mismo informe anterior, ”31 empresas de diversos sectores como el financiero, extractivo, de producción textil o farmacéutico, entre otros, utilizan su enorme poder para garantizar que tanto la legislación como la elaboración de políticas nacionales e internacionales se diseñan a su medida para proteger sus intereses y mejorar su rentabilidad (…) El capitalismo clientelar beneficia a los dueños del capital y a quienes están al mando de estas grandes corporaciones, en detrimento del bien común y la reducción de la pobreza”.
El objetivo de las políticas neoliberales es lograr que el Estado deje de intervenir en la economía para que los ciudadanos pierdan su libertad y acaben convertidos en esclavos económicos del mercado. Según Friedrich von Hayek, uno de los líderes intelectuales del neoliberalismo:
“El sistema solo funciona bajo la condición el individuo tenga la disposición de adaptarse a los cambios y procesos, de someterse a convenciones que no serán los resultados de una planificación racional. El individuo debe estar dispuesto a subordinarse a las consecuencias de los procesos que nadie ha planificado y que, posiblemente, nadie entienda”.
Las políticas neoliberales buscan aumentar los beneficios de rentas altas con medidas de distinta índole, la metafísica teórica neoliberal se usa para convencernos de que esas medidas nos benefician a todos a pesar de que la realidad indique lo contrario. Y si no funcionan nos dicen que es porque no se han aplicado con la intensidad requerida.
Principales políticas neoliberales
- Reducir los impuestos a las rentas altas y privatizar los servicios sociales: esta medida impopular se venderá siempre como una forma de mejorar la eficacia, por ello, normalmente, antes de privatizar un servicio público, se forzará una mala gestión previa que lo justifique. Además se venderá como reducción de los impuestos para todos, de modo que el ciudadano de la calle cree que sale ganando cuando en realidad es justo lo contrario. Al reducir los impuestos, se han de privatizar los servicios sociales, y estos servicios sociales privatizados aumentarán sus precios. Finalmente los servicios sociales acabarán resultando mucho más caros al usuario, que lo que antes debía pagar en impuestos para mantenerlos. Como es lógico, este encarecimiento no afecta tanto a las rentas altas que pueden permitirse esos precios.
- Empeorar las condiciones laborales de los trabajadores y mantener un alto índice de desempleo: es lo que llaman eufemísticamente “aumentar la productividad para ser más competitivos”. Para mantener la situación de privilegio que disfruta la élite, es necesario que el trabajador no pueda aprovecharse de la reducción de jornada que los avances técnicos permiten. Si tiene demasiado tiempo libre, podría pensar por su cuenta. Por ello, en cuanto sus políticas económicas logran los primeros y deliberados malos resultados económicos, empiezan a reivindicar desde sus medios de comunicación los famosos ajustes estructurales. Su programa de ajuste estructural se reduce a paquetes de medidas que incluyen la reducción de salarios, aumento de horas de trabajo, despido libre, etc. Estos programas son posibles con un alto índice de paro que sirva de coacción a los trabajadores, por eso se realizan políticas desde el Estado para mantener el paro por encima del 5%, a eso lo llaman “tasa natural de desempleo”. Las reformas laborales que defienden los neoliberales aumentan la precariedad laboral y el paro pero son beneficiosas por otras razones: aumentan los beneficios empresariales y reducen la fuerza del movimiento sindical y del resto de los movimientos reivindicativos.
- Deslocalizar la producción (trasladándola a un país del tercer mundo) y desindustrializar el primer mundo: para mantener altas cotas de desempleo se utilizan varios métodos, el principal es facilitar legalmente el traslado de la producción a países con mano de obra más barata (“deslocalizar”). A estos países (tercermundistas) previamente se les ha colocado una situación de dependencia a través de los planes de sometimiento económico orquestados desde el FMI y el BM. Gracias a la crisis planificada de estos países, también se logra la llegada masiva de mano de obra barata dispuesta a aceptar más fácilmente las condiciones de ajuste estructural (emigración legal o ilegal, en ambos casos se considera útil). Además, la desindustrialización de los países del primer mundo, les hace más dependientes del comercio exterior, reduciendo el control real de los gobiernos sobre la economía, en cambio aumenta el poder de las multinacionales, en manos de la oligarquía.
- Propiciar la creación de burbujas especulativas: Las políticas neoliberales de fomento del paro, reducción de salarios, etc., reducen la capacidad de compra de la clase baja y media. El aumento de la renta de la clase alta no puede compensarlo. Por ello la demanda (lo que compran los consumidores) se reduce, esto afecta a la economía que ralentiza su crecimiento. Para solucionar este problema se impulsa la expansión descontrolada del crédito. De esta forma la demanda se recupera artificialmente a base de endeudar a los consumidores. En Chile, el año 2011, circulaban por el mercado más de 20 millones de tarjetas de crédito, lo que se traducía en un crecimiento económico burbuja.
- Fomentar el endeudamiento de los Estados para reducir los impuestos (primero de los países tercermundistas, luego todos los demás): con el nuevo sistema financiero tras la desregulación efectuada por Richard Nixon (1971) se fomentó el endeudamiento de los Estados como una forma de enriquecer a los inversores. La idea es que los ricos presten al Estado el dinero que no han pagado en forma de impuestos. Esto no se hace sólo a escala nacional, también se compró a muchos gobiernos corruptos para que solicitaran préstamos (a través del FMI y del BM) en un interés variable. De esta forma se garantizó un pago eterno y se sometieron a esas economías. Cuando la situación se hizo desesperada, el FMI y el BM condicionaron la ayuda necesaria a la aplicación de políticas neoliberales, lo que supuso nuevos beneficios, al tiempo que se destruía la paz social en estos países.
Oliver Lorillu y Éric Toussaint explican la estafa de la deuda externa magistralmente. En los años 60 y 70, del siglo XX, se concedían préstamos a los países del tercer mundo a bajo interés. Los créditos se pidieron contando con unos ingresos que van decreciendo, ya que el valor de los productos de estos países (materias primas) no hace más que devaluarse. Además en los años 80 Reagan decide aumentar unilateralmente los intereses de la deuda. Uniendo estos dos elementos (valor de la producción devaluada + aumento intereses) la devolución se hace imposible, por lo que los dirigentes locales han de renegociar con el FMI y el BM nuevos créditos para pagar los intereses de los créditos antiguos.
Todo lo anterior refleja a un sistema psicopolítico y económico que, falazmente revestido de paladín de la libertad, no logra desdibujar su verdadera esencia… Individualismo, propiedad, orden y consumo; la sociedad, como una vez dijo Margaret Thatcher, no existe.
-Jorge Molina Araneda es columnista de Pressenza, Kaos en la Red, Ilustrado
https://www.alainet.org/es/articulo/210180