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La CEPAL confirma las cifras de pobreza en América Latina en el 2019

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe –Cepal-, publicó la edición del Panorama Social de América Latina en el cual se  retoma el análisis de las tendencias en la evolución de la desigualdad de ingresos, la pobreza y el gasto social en América Latina, y se incluye un análisis de la migración, fenómeno que ha ganado importancia en la agenda política y social de la región. El informe completo se puede descargar en el siguiente link

https://www.cepal.org/es/publicaciones/44969-panorama-social-america-latina-2019

A partir de 2015 los niveles de pobreza y especialmente de pobreza extrema aumentaron. En 2018, alrededor del 30,1% de la población regional estaba bajo la línea de pobreza, mientras que un 10,7% se encontraba bajo el umbral de la pobreza extrema. Esto significa que aproximadamente 185 millones de personas se encontraban en situación de pobreza, de las cuales 66 millones estaban en situación de pobreza extrema.

 

América Latina es tristemente conocida como la región más desigual del mundo. La desigualdad de ingresos es una de las expresiones más evidentes de esa desigualdad y es un obstáculo al desarrollo y a la garantía de los derechos y del bienestar de las personas, además de un factor que inhibe la innovación, el aumento de la productividad y el crecimiento económico (CEPAL, 2017a y 2018b).

Entre 2014 y 20184, en cuatro países los niveles de desigualdad se redujeron de manera significativa según el índice de Gini. En Bolivia (Estado Plurinacional de), El Salvador y el Paraguay se produjeron disminuciones acumuladas del 7% o más, en tanto que en Colombia se alcanzó un 2%. Por su parte, el Brasil fue el único país en que se registró un aumento del índice de Gini superior al 3%

Los datos correspondientes a 2017 muestran que las personas en situación de pobreza (incluyendo a los extremadamente pobres) continúan siendo el subgrupo del estrato bajo de mayor gravitación poblacional (30,1%), seguido por la población de estratos bajos no pobres (25,8%). En conjunto, totalizan más de la mitad de la población. Los estratos de ingreso medio-bajo (1,8 a 3 líneas de pobreza por persona) agrupan al 20,9% de la población. Así pues, el 76,8% de la población está compuesto por grupos pertenecientes a estratos bajos o medios bajos en América Latina.

La desigualdad de ingresos, medida por el índice de Gini (promedio de 15 países de América Latina) se redujo de 0,538 en 2002 a 0,477 en 2014 y a 0,469 en 2017, y luego llegó a 0,465 en 20183. Así, este indicador disminuyó un 13,6% en 16 años, es decir, un 0,9% por año. Esta reducción se ha producido a un ritmo decreciente: la variación promedio observada entre 2002 y 2014 fue del 1,0% anual, mientras que la registrada entre 2014 y 2018 correspondió a un 0,6% anual (véase el gráfico 5). Existen grandes diferencias entre los países, tanto en lo que se refiere a los niveles de esa desigualdad, como a la intensidad y dirección de los cambios en esos distintos períodos. Los valores más bajos del índice de Gini, cercanos o inferiores a 0,400, se registran en la Argentina, El Salvador y el Uruguay, mientras que en el Brasil y Colombia los valores son superiores a 0,520.

Uno de los resultados principales que se puso en evidencia fue que la concentración de la propiedad de activos físicos y financieros es mucho más elevada, grave y persistente que la concentración de los ingresos corrientes (CEPAL, 2019a). En Brasil el 1% de la población más rica concentra el 27,5% de la riqueza y de los ingresos, En Chile concentra el 26,5%, en Colombia concentra el 20,5% y en Uruguay el 17,5%.

La acumulación de la riqueza, sea la tierra agraria y urbana, de la propiedad de las empresas y por ende de los ingresos y rentas lleva a la falta de oportunidades de inmensas capas de la población y a la pérdida de inversión social en educación, salud y en general en el bienestar. La población en el Ecuador, Chile, Colombia, Bolivia hoy adelanta protestas cruelmente reprimidas por la fuerza pública que sostienen los gobiernos y empresarios que detentan el poder político, la gente sale a las calles precisamente pidiendo nuevas oportunidades y la modificación del modelo neoliberal excluyente. Los mismos instrumentos internacionales como la OEA alineadas con el modelo excluyente guardan silencio ante la violación de los derechos humanos y por el contrario como en el caso de Bolivia promueven el golpe de estado y el bloqueo contra Venezuela.