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La patética decadencia del imperio estadounidense y el intento de derrocar el gobierno de Venezuela

La pregunta que me hago, y seguro que no soy el único, es si la criminal, descarada y patética política de Estados Unidos y sus aliados para derrocar el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro en Venezuela y reemplazarlo con el títere Juan Guaidó, no es una prueba más de la acelerada e irremediable decadencia del sistema imperial y del capitalismo realmente existente, de su creciente pérdida de poder económico e influencia política, diplomática, y del poder de fascinación de su tan mentado “soft-power” a nivel mundial, y particularmente en las regiones estratégicas del Oriente Medio, Asia, África y hasta en Europa, todo esto después de haber alcanzado en la última década del siglo 20 y la primera década del 21, mediante el “orden” mundial neoliberal y gracias al derrumbe de la Unión Soviética, la formación de un sistema unipolar que impuso el control de Washington en prácticamente todas las ramas de las relaciones internacionales, un paso hacia el anhelado “poder supremo mundial”, algo que dicho sea de paso ningún imperio pudo jamás realizar.

Lo anterior no es una valoración personal, sino conclusiones de la Estrategia de Seguridad Nacional (ESN) de Estados Unidos presentada a finales del 2017 (1), que como recuerda Augusto Zamora (2) fue reiterada en los recientes documentos oficiales de noviembre de 2018, donde se plantea que “la seguridad y el bienestar de Estados Unidos están en mayor riesgo que en cualquier otro momento en décadas. La superioridad militar de Estados Unidos, el poder duro de su influencia global y su seguridad nacional, se ha erosionado en grado peligroso. Los rivales y adversarios están desafiando a Estados Unidos en muchos frentes y en muchos dominios. La capacidad de Estados Unidos para defender a sus aliados, sus socios y sus propios intereses vitales está cada vez más en duda. Si el país no actúa rápidamente para remediar estas circunstancias, las consecuencias serán graves y duraderas”.

Los actos para recuperar la perdida hegemonía de Washington nos acercan cada día más a un desenlace potencialmente apocalíptico. En lo que va de su mandato el presidente Donald Trump puso en crisis, se retiró y en efecto anuló la competencia de la mayoría de las instancias internacionales creadas a partir del final de la Segunda Guerra Mundial, y de casi todos los acuerdos para el control de los armamentos nucleares. A comienzos de febrero el presidente ruso Vladimir Putin lo puso en claro cuando acusó a Estados Unidos (EEUU) de “demoler” la seguridad global al suspender sus obligaciones bajo el Tratado con Rusia sobre las Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF en su sigla en inglés), añadiendo que Rusia tomaría “respuestas similares” y que de ahora en adelante “proseguiremos el desarrollo de misiles previamente prohibidos” bajo los términos del INF.

Un editorial del diario mexicano La Jornada apuntaba, el pasado 4 de febrero, que “ante la imposibilidad de emprender nuevas aventuras de rapiña colonial en Levante y en Asia Oriental, Estados Unidos considera a Venezuela como la presa ideal: se trata de un país cercano, poseedor de inmensas riquezas petroleras y de abundantes recursos naturales. Adicionalmente, tras el colapso de los gobiernos progresistas en la mayor parte de Sudamérica, el gobierno de Caracas se encuentra en una situación de aislamiento, sin más apoyos regionales significativos que los de Cuba y Bolivia y sin más espacios diplomáticos que la neutralidad ofrecida por México y Uruguay para buscar una solución pacífica y negociada a su crisis política interna” (3). Y por su parte el periodista e investigador Aram Aharonian señala que “las metas de EEUU son retomar el control de los inmensos recursos naturales de Venezuela y también demostrar al mundo que todavía puede atacar un pequeño país y demostrar al mundo que EEUU habla en serio. Pero pocos toman en serio a los militares estadounidenses: desde hace décadas no han sido capaces de derrotar (salvo en las películas o en las series de televisión, claro) a ningún país decidido a resistir su agresión” (4).

Los pueblos “centrales” tan explotados y desamparados como los pueblos de la periferia

La peligrosidad de la decadencia del imperialismo estadounidense es un tema que abordó el antropólogo canadiense Maximilian C. Forte (5), para quien la “incapacidad de gobernar, combinada con una sobre-extensión insostenible, el aumento de la deuda y del gasto militar, con millones (de sus habitantes) que continúan en la pobreza, la obsesión por los escándalos sexuales y una amenaza de Apocalipsis auto-infligido no es como los imperios en su apogeo jamás han sido descritos”.

El antropólogo canadiense resume las condiciones externas (las “cabezas de playa”) que permiten alcanzar y mantener el poder imperial, y que en el plano geopolítico han dejado o están dejando de existir. Podemos añadir que en lo interno y para concitar el apoyo de sus pueblos los imperios tuvieron que distribuir una parte de la “renta imperialista” proveniente del saqueo y la explotación de los pueblos avasallados, sea mediante obras públicas, ventajas sociales y salariales, demostración de superioridad social y cultural (que alimentaba el necesario racismo), de poder y riqueza que justificase la explotación del “otro”, de los “otros” pueblos sometidos, como la “misión civilizadora” en el caso del imperio británico, y un sistema político y social estable.

La justificación del imperio de EEUU ha sido y sigue siendo que es el “país indispensable” por su “destino manifiesto” para hacer que la ley estadounidense prevalezca en las relaciones de los estadounidenses con el mundo, como señalaba el historiador Eric Hobsbawm, quien hace casi dos décadas planteaba que si EEUU no retiene la lección de la decadencia y fin del imperio británico, de adaptarse fácilmente a las “derrotas políticas”, e intenta mantener una posición que se erosiona apoyándose en la fuerza político-militar, “engendrará no el orden mundial sino el desorden, no la paz mundial sino la guerra, no el avance de la civilización sino la barbarie” (6).

Pero lo que actualmente vemos, desde la aplicación del capitalismo neoliberal en las sociedades imperiales, es que no solamente los pueblos de los países centrales del imperio ya no reciben parte de la renta imperialista, sino que son cada vez más explotados en sus trabajos, en sus vidas privadas (con el sistema de recolección de datos personales de Facebook, Google y otras firmas), porque los salarios bajan y ya casi no hay empleos estables. En síntesis, que la precariedad y el desempleo se expanden junto con el empobrecimiento y el endeudamiento de las familias, y que estos pueblos del imperio comienzan a estar tan desamparados como desde hace mucho tiempo lo han estado los pueblos de la periferia imperial.

En realidad las sociedades de los países que conforman el imperio dirigido por EEUU –el “eje anglosajón con el Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, mas Japón y la mayoría de países de la Unión Europea-, están fracturadas por una creciente y ya enorme desigualdad en los ingresos, por el desempleo y el empleo precario, por la destrucción del tejido social y la exclusión económica que se manifiesta en un sentimiento de desamparo –expresado por los “chalecos amarillos” en Francia-, por el impase político, social y económico al que condujo este sistema de “soberanía del mercado”, que señala Hobsbawm “no es un complemento a la democracia liberal, sino más bien una alternativa a toda forma de organización política (…) la participación al mercado reemplaza la participación política; el consumidor reemplaza al ciudadano” (7), y la soberanía del consumidor substituye a la soberanía nacional y popular.

Hobsbawm también apuntaba que el vaciamiento de la democracia “explica la creciente mediocridad intelectual del discurso político”, que hoy día se ha convertido en una abrumadora irracionalidad. En efecto esta “declinación imperial que promete no decepcionar”, según el antropólogo Forte, se manifiesta en el increíble nivel de estupidez (y en algunos casos de serias sicopatologías, como señalan algunos sicólogos), en la irracionalidad, incapacidad o desinterés de la clase gobernante y de los monopolios que controlan las economías de estos países para tratar de solucionar la acelerada fragmentación social causada por las políticas neoliberales y los problemas de gobernabilidad mundial.

En este contexto la actual política de EEUU y de sus más fieles aliados (como el caso de Israel) es la de sembrar el caos a diestra y siniestra con impunidad, mediante ataques, cercos militares, persecuciones y sanciones de todo tipo (en el caso de Rusia, Irán, Siria, Venezuela y otros países), con amenazas militares y una guerra comercial y tecnológica (con China), con torceduras de brazos para avasallar a gobiernos aliados que necesitan mantener lazos comerciales con Irán (los de la Unión Europea), y conjurando a la luz del día para resucitar la “Doctrina Monroe”, como planteó Alberto Betancourt Posada en La Jornada de México (8), para tratar de que Nuestra América sea efectivamente el “patio trasero”, la propiedad exclusiva de EEUU, y esto no lo decimos los periodistas sino el diario Wall Street Journal que se hace eco de funcionarios de Washington : “al intentar forzar la salida del Presidente de Venezuela la administración Trump marca el comienzo de una nueva estrategia para que EEUU ejerza mayor influencia sobre América Latina, según funcionarios de la administración” (9).

De lo que se trata es de poner definitivamente fin a las soberanías nacionales y populares de los países de Nuestra América, para que acepten sin chistar el “nuevo orden” dictado por Washington y así apropiarse de los preciosos recursos de nuestras naciones. La Unión Europea (UE) y el Parlamento Europeo comparten esta política, como demuestra la posición que asumieron en el caso venezolano, lo que no sorprende porque ese sistema supranacional y profundamente neoliberal tiene como principio la eliminación de las soberanías nacionales y populares de los países miembros, como ya comprobaron los griegos e italianos.

Cabe destacar el caso canadiense, que por formar parte de la “moribunda” OEA, como dice Aharonian, y del Grupo de Lima, amerita mucha atención ya que fue la ministra canadiense de “Asuntos Globales” Chrystia Freeland quien (como acertadamente dijo un amigo profesor de Relaciones Internacionales en Montreal) al hablar con Juan Guaidó para congratularlo por la unificación de las fuerzas de oposición en Venezuela, dos semanas antes de que él se declarase presidente interino, comenzó a jugar en Venezuela el papel subversivo de la ex subsecretaria de Estado de EEUU, Victoria Nuland, en el “Maidán” para derrocar el gobierno constitucional de Víktor Yanukóvich en Ucrania en el 2014 (10). Vaya uno a saber si todo se resume a que la ministra está apoyando importantes intereses mineros (como la aurífera Cristallex) que vienen actuando desde hace más de dos décadas para apoderarse de grandes yacimientos auríferos en Venezuela. Pero lo cierto, como han destacado analistas canadienses, es que el gobierno Liberal de Justin Trudeau se ha convertido en un fiel aliado de Washington en sus políticas contra China –en el caso de la firma china Huawei-, contra Rusia –en todo momento y por no importa qué- y ahora contra Venezuela.

En realidad la búsqueda demencial de salir de la decadencia instaurando por la fuerza un imperialismo puro y duro está muy bien descrita en la ESN divulgada a finales del 2017 y en la Estrategia de Defensa Nacional dada a conocer a comienzos del 2018, en las cuales se plantea que las políticas propuestas restablecerá “la posición de ventaja de Estados Unidos en el mundo y afianzará las extraordinarias fortalezas de nuestro país () Reconstruiremos la fortaleza militar estadounidense para asegurar que no haya otra mayor () Nos aseguraremos de que el equilibrio de poder siga favoreciendo a los Estados Unidos en regiones claves del mundo: el Indopacífico, Europa y Medio Oriente (11).

Y como decíamos hace un año (12), si el hemisferio latinoamericano no aparece entre “las regiones claves del mundo” de la ESN, quizás sea porque desde la presidencia de Barack Obama, Washington y sus aliados locales venían actuando con diversas excusas para mantener y profundizar la derechización y avasallamiento, sea mediante “golpes de Estado suaves”, en Honduras, o como el contubernio jurídico-mediático en Brasil que destituyó a Dilma Rousseff, permitió encarcelar a Lula y facilitó el triunfo electoral de Bolsonaro. O los fraudes electorales como (de nuevo) en Honduras, o poniendo fin –como vemos en países latinoamericanos que promueven el golpe de Estado en Venezuela- a la “democracia liberal” e instaurando el Estado de excepción a conveniencia, con la persecución judicial de los líderes de la oposición –como el caso de Cristina Kirchner en Argentina-, y emitiendo decretos del Ejecutivo en serie para evitar la oposición de las legislaturas.

Lo que es claro es que con el equipo de neoconservadores que rodea a Donald Trump ya no hay necesidad de buscar explicaciones ni excusas, ya que ellos mismos declaran el interés económico de derrocar el gobierno constitucional de Venezuela, o sea el de apropiarse del petróleo y demás riquezas minerales de ese país. Como escribe el economista Michael Hudson “el fin del indisputado dominio económico global por EEUU ha llegado a su final antes de lo esperado, gracias a los mismos neoconservadores que dieron al mundo las guerras de Irak, Siria y las guerras sucias en Latinoamérica”, y apunta que las amenazantes políticas de EEUU están llevando a que países de Europa y de otras regiones busquen “crear sus propias alternativas en cuestión de instituciones financieras”, y que aun cuando esta situación viene construyéndose desde hace algún tiempo, lo que nadie pudo haber pensado “es que Donald Trump devendría el agente catalizador” de lo que ningún partido de izquierda ni líder nacionalista extranjero podría haber logrado, “la ruptura del Imperio Estadounidense”, y hacer que los países se defiendan buscando desmantelar el orden mundial centrado en EEUU (13).

Hudson enfatiza que los neoconservadores que Trump designó para las relaciones internacionales y la seguridad nacional “han logrado algo que parecía impensable no hace mucho tiempo”, como hacer que China y Rusia se unan –la gran pesadilla de Henry Kissinger y Zbigniew Brzezinski-, y conducir Alemania y a otros países europeos hacia la órbita euroasiática, la pesadilla de Halford Mackinder en el siglo 20.

Pero precisamente porque está en plena decadencia a nivel mundial el imperialismo estadounidense es más peligroso que nunca antes para nuestra región. Ningún país está a salvo, ningún pueblo al abrigo, y por eso mismo los pueblos de Nuestra América deben salir ahora a defender la independencia, la soberanía nacional y popular de la amenazada Venezuela bolivariana, porque así defenderán su independencia duramente ganada en luchas anticolonialistas y antiimperialistas del pasado.

 

Alberto Rabilotta es periodista argentino-canadiense.

 

1.-Resúmen en español de la ESN: https://www.voanoticias.com/a/eeuu-trump-seguridad-nacional-/4167348.html

 Texto completo en inglés: https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf

 2.- Augusto Zamora, EEUU realinea a Latinoamérica viendo a China y Rusia, Rebelión : http://www.rebelion.org/noticia.php?id=252141

 3.- EU: Reorientación estratégica, La Jornada https://www.jornada.com.mx/2019/02/04/edito

 4.- Aram Aharonian, Un presidente-peón virtual, un poder real en Washington y el hundimiento de la OEA

 https://www.alainet.org/es/articulo/197977?utm_source=email&utm_campaign=alai-amlatina

 5- Maximilian C. Forte, What Happened to the American Empire? Enero de 2018

 https://zeroanthropology.net/2018/01/11/what-happened-to-the-american-empire/

 Incapacitated governance, combined with unsustainable over-reach, increased debt, increased military spending, continued poverty for millions, an obsession with sex scandals, and a threat of self-inflicted apocalypse is not how empires at their high point have ever been described.

 

 6.- Eric Hobsbawm “Pourquoi l’hégémonie Américaine diffère-t-elle… », pags. 79-80 del libro L’Empire, la démocratie, le terrorisme”, colección de textos publicados por André Versaille éditeur, Le Monde Diplomatique

 7.- Ídem Hobsbawm, citas de “Les Perspectives de la Démocratie”, páginas 109 a 111 del mismo libro.

 8.- Alberto Betancourt Posadas, Una Conspiración contra la democracia, La Jornada https://www.jornada.com.mx/2019/02/03/opinion/018a1mun

 9.- The Trump administration’s attempt to force out the president of Venezuela marked the opening of a new strategy to exert greater U.S. influence over Latin America, according to administration officials

 

 https://www.wsj.com/articles/u-s-push-to-oust-venezuelas-maduro-marks-first-shot-in-plan-to-reshape-latin-america-11548888252

 

 10.- Chrystia Freelan “spoke with Juan Guaido to congratulate him on unifying opposition forces in Venezuela, two weeks before he declared himself interim president.” https://www.theglobeandmail.com/politics/article-freeland-spoke-to-venezuelan-opposition-leader-two-weeks-before-he/ ; Victoria Nuland: https://www.bbc.com/news/world-europe-26079957 y http://www.informationclearinghouse.info/article37599.htm

 

 11.-Resúmen en español de la ESN: https://www.voanoticias.com/a/eeuu-trump-seguridad-nacional-/4167348.html ; Texto completo en inglés: https://www.whitehouse.gov/wp-content/uploads/2017/12/NSS-Final-12-18-2017-0905.pdf

 12.- 2017, año del imperialismo sin tapujos. ¿Y el 2018? (I) https://www.alainet.org/es/articulo/190104

 13.- Michael Hudson, Trump brilliant strategy to dismember US dollar hegemony: https://michael-hudson.com/2019/02/trumps-brilliant-strategy-to-dismember-u-s-dollar-hegemony/

 

 This break has been building for quite some time, and was bound to occur. But who would have thought that Donald Trump would become the catalytic agent? No left-wing party, no socialist, anarchist or foreign nationalist leader anywhere in the world could have achieved what he is doing to break up the American Empire. The Deep State is reacting with shock at how this right-wing real estate grifter has been able to drive other countries to defend themselves by dismantling the U.S.-centered world order. The Neocons who Trump has appointed are accomplishing what seemed unthinkable not long ago: Driving China and Russia together – the great nightmare of Henry Kissinger and Zbigniew Brzezinski. They also are driving Germany and other European countries into the Eurasian orbit, the “Heartland” nightmare of Halford Mackinder a century ago.

 

 

Fuente autorizada: https://www.alainet.org/es/articulo/198001?utm_source=email&utm_campaign=alai-amlatina