Por: Roberto Regalado
ALAI AMLATINA, 13/08/2012.- A raíz del XVIII Encuentro del Foro de São Paulo, efectuado en Caracas en los primeros días de julio de 2012, se suscitó una polémica en Internet entre dos compañeros a quienes profeso el mayor respeto: Atilio Borón y Valter Pomar, enriquecida a partir de una carta de otros compañeros también de mi más alta estima, Piedad Córdoba y Carlos Lozano (1), de Colombia, y de un mensaje de Julio Gilberto Ríos, de Honduras. A partir de la situación creada, Jacob Blinder propone retomar el debate sobre la creación de una internacional revolucionaria. El objetivo de este artículo no es emitir juicios sobre lo ocurrido en un evento en el cual no estuve presente. Me siento motivado a escribirlo porque la polémica desatada me resulta idéntica a otras muchas en las que participé durante los casi veinte años (1990 2009) en los que asistí a las actividades del Foro.
El propósito de estas líneas es socializar mi punto de vista sobre por qué el Foro es como es, por qué ha existido más de veintidós años siendo como es, y por qué este tipo de polémicas, lejos de ser una excepción o un accidente, son consustanciales a su existencia misma. Abrigo la esperanza de que estas opiniones estimulen a otros compañeros y compañeras a socializar las suyas, de manera que todos y todas contribuyamos a la difícil, y en ocasiones ríspida, pero imprescindible, búsqueda de medios y métodos para construir la unidad dentro de la diversidad de las fuerzas políticas, sociales y social políticas de la izquierda latinoamericana y caribeña. Parto de que, en un tema como este, nadie tiene la «verdad absoluta». Por el contrario, cada cual lo ve desde su experiencia personal y/o de grupo, y de las condiciones y características concretas de la lucha que libra. Por eso, todos y todas debemos hablarnos, escucharnos y debatir. Esto nos permite captar elementos razonables de las posiciones de los demás en los cuales no habíamos reparado, e incorporarlos a las nuestras. Con ese espíritu es que se escribe y se divulga este trabajo.
En este punto debo decir que si el Foro São Paulo fuera como muchos quisiéramos, Piedad Córdoba no tendría que pedir la palabra en sus Encuentros: sería el mismo Foro, por iniciativa propia, quien la colocaría en la lista de los principales oradores y oradoras de la sesión inaugural o de clausura. El Foro que muchos quisiéramos, haría o no haría, según el caso, muchas de las cosas que el actual Foro São Paulo no hace o sí hace, pero, como dice el refrán: no se le pueden pedir peras al olmo.
«No pedirle peras al olmo» es una idea a tener presente al analizar la actuación del Foro. ¿En qué sentido emplea aquí esa metáfora? Ante todo, aclaremos que no se le utiliza en forma despectiva, a manera de «eso es lo que hay, y a eso tenemos que resignarnos», sino como imagen gráfica para llamar la atención sobre el hecho de que estamos hablando de un foro, concepto que implica reconocer su amplitud, diversidad y heterogeneidad, es decir, comprender que sus acciones y declaraciones son productos de complejos procesos de aproximación, negociación y convergencia, cuyos resultados ninguno de sus miembros puede esperar que satisfagan en un 100% sus posiciones o intereses políticos particulares.
Hay una diferencia fundamental entre un foro y una internacional de partidos y movimientos políticos. Por muchas y muy agudas discrepancias políticas e ideológicas que existan dentro de una internacional, sus miembros se reconocen como expresiones provenientes de una matriz común. Por ejemplo, los miembros de la Internacional Socialista se reconocen como provenientes de la vertiente del movimiento obrero y socialista europeo del último tercio del siglo XIX que optó por la reforma del sistema capitalista como horizonte estratégico. A partir de esa matriz, de la que hace mucho se desgajaron las pretensiones de identidad obrera y socialista, unos se definen como socialdemócratas, otros como «socialistas democráticos» y otros como laboristas.
El Foro de São Paulo no posee una matriz común: por su amplitud y diversidad, es un agrupamiento político único en la historia de las fuerzas de izquierda desde que ese término fue acuñado. Se trata de un espacio donde convergen corrientes representativas de un amplio espectro político e ideológico de la izquierda latinoamericana y caribeña, que incluye, entre otras, a corrientes democrático burguesas, nacionalistas y socialdemócratas, junto a corrientes socialistas y comunistas de diversas identidades. Así que, con la metáfora de no pedirle peras al olmo, lo que se grafica es la idea de no pedirle a un foro que actúe como una internacional.
¿Cómo y por qué surgió el Foro de São Paulo
¿De quién fue la idea original de convocar a una reunión de los partidos y movimientos políticos de izquierda y progresistas de América Latina y el Caribe? Fue una iniciativa conjunta de Fidel Castro Ruz y Luiz Inácio Lula da Silva, surgida después de la elección presidencial brasileña de 1989, con el fin de aprovechar la capacidad de convocatoria con la que emergió el Partido de los Trabajadores (PT) de aquel proceso, para fomentar un diálogo y una interacción que sacaran a la izquierda latinoamericana y caribeña del marasmo en que la sumieron la crisis terminal del «socialismo real» y la avalancha universal del neoliberalismo.
La iniciativa de Fidel y Lula cuajó en la convocatoria, hecha por el PT, al Encuentro de Partidos y Organizaciones Políticas de Izquierda de América Latina y el Caribe, nombre original de lo que conocemos como Foro de São Paulo, celebrado entre el 4 y el 6 de julio de 1990 en el ya desaparecido Hotel Danubio de la ciudad brasileña cuyo nombre asumió. Debido a que el PT estaba integrado por muchas corrientes internas, todas ellas presionaron a la Secretaría de Relaciones Internacionales de ese partido para que invitara a sus respectivos homólogos de otros países. Por ello, el resultado de esa convocatoria fue la convergencia sin precedentes de corrientes socialistas y no socialistas, y de corrientes de identidades socialistas diversas, muchas de las cuales, hasta entonces, se repelían entre ellas.
El Encuentro de São Paulo fue un acontecimiento histórico porque por primera vez coincidieron, en un mismo evento, partidos y movimientos políticos que abarcaban a todo un mosaico ideológico de la izquierda latinoamericana. De esa convergencia se derivaron dos hechos inéditos: uno fue la participación de virtualmente todas las corrientes de orientación socialista; otro fue la yuxtaposición de las corrientes socialistas con corrientes socialdemócratas y otras de carácter progresista. Sin desmeritar la trascendencia de ese hecho, que sentó la pauta de la pluralidad del Foro, es preciso aclarar que no hubo una participación equilibrada que reflejase la fuerza e inserción social de cada una de las vertientes de la izquierda. Fue mayoritaria la presencia socialista, génesis de enfrentamientos posteriores entre, por una parte, los interesados en redefinir la orientación política y la composición del naciente Foro –mediante la exclusión de los grupos más pequeños y radicales, y la inclusión de los partidos socialdemócratas y de partidos progresistas menos representados en el Encuentro de São Paulo– y, por la otra, quienes defendían la orientación socialista y la composición original. Entre ambas posturas se abrió un precario equilibrio, consistente en atraer a los partidos y movimientos políticos socialdemócratas y progresistas que no asistieron a la reunión del Hotel Danubio, pero sin excluir a ninguna de las fuerzas participantes en él.
La asistencia al Encuentro de São Paulo de representantes de todas las corrientes ideológicas de la izquierda latinoamericana obedeció a una combinación de factores. La crisis terminal de la URSS provocó un cambio en la configuración geopolítica del mundo, que no solo alteró las condiciones y las premisas de la lucha de los partidos comunistas, sino de toda la izquierda. Desde los movimientos guerrilleros hasta los partidos socialdemócratas y progresistas, sentían la necesidad de intercambiar criterios. Pero no solo era momento de intercambio, sino también de mutación de identidades políticas, lo que presuponía un «diálogo exploratorio» entre quienes hasta entonces eran adversarios y en lo adelante podrían ser aliados.
El acercamiento entre corrientes divergentes de la izquierda revolucionaria y socialista fue posible por el cisma ocasionado por la descomposición de la URSS. Sin duda, ese proceso avivó la polémica sobre cuál era el «pecado original» del socialismo soviético. Sin embargo, la ya previsible desaparición de la «manzana de la discordia», es decir, del Estado soviético, y la coincidencia general en la necesidad de construir nuevos paradigmas socialistas, hacían pasar a planos secundarios las divisiones históricas del movimiento comunista. Si bien las diferencias no desaparecieron, sí se abrió un espacio de diálogo y convergencia entre ellas.
Además del intercambio de criterios y la mutación de identidades, en la yuxtaposición entre fuerzas socialdemócratas, progresistas, revolucionarias y socialistas, también desempeñó un papel determinante el elemento fortuito de que el Encuentro de São Paulo fue concebido como un evento que se celebraría solo una vez. Si hubiese existido conciencia de que al hacer esa convocatoria abierta a corrientes tan disímiles, se estaba formando la identidad de un agrupamiento permanente, hubiesen surgido aprehensiones de todas las partes.
¿Cuándo estallan sus contradicciones internas y cómo logró sobrevivirlas?
No es casual que las discrepancias sobre su composición, objetivos y correlación de fuerzas empezaran a aquejar al Foro de São Paulo tan pronto como se decidió institucionalizarlo. Fue entonces cuando comenzó la peor parte de la odisea, incluido el rechazo al nombre original por una corriente que proponía rebautizarlo como Encuentro de Partidos y Organizaciones Políticas Democráticas de América Latina y el Caribe, a partir del supuesto de que no se podía aspirar a ser electos al gobierno con una identidad de izquierda. Así es como aparece el nombre Foro de São Paulo en la convocatoria al II Encuentro: como fórmula de compromiso entre quienes defendían y quienes objetaban la identidad de izquierda. Incluso, fue difícil imponer esa fórmula, debido a que quienes rechazaban la identidad de izquierda la consideraban alusiva a la Declaración de São Paulo, de clara orientación socialista.
El II Encuentro de lo que hoy conocemos como Foro de São Paulo se efectuó en la Ciudad de México, del 12 al 15 de junio de 1991. En aquel evento fue necesario apelar a la autoridad política y moral de Lula como fundador, y a la de Cuauhtémoc Cárdenas como anfitrión, para que acuñaran ese nombre y, al hacerlo, dieran por finalizada la tenaz resistencia de quienes insistían en caracterizar al Foro solo como «democrático». Insisto en que la lucha en torno al nombre y la identidad del agrupamiento político que se estaba construyendo, fue apenas la punta del iceberg de las contradicciones que amenazaban con hacerlo estallar en las primeras etapas del proceso de convergencia de tan heterogéneo espectro político e ideológico.
En el III Encuentro del Foro, realizado en Managua, entre el 16 y el 19 de julio de 1992, su «crisis de la infancia» llegó a la máxima expresión. A raíz de ella, sus miembros tuvieron que plantearse, por primera vez, la relación costo beneficio de salvarlo o dejarlo morir. Se optó por salvarlo, lo que implicó que todos y todas aceptaran reconocer, al menos en forma parcial y a regañadientes, que pertenecían a un foro, no a una internacional. Ello derivó en un proceso de negociación y aprobación de «reglas del juego», en el cual voy a destacar dos reuniones muy importantes, aunque no fueron las únicas:
– Una fue la reunión del Grupo de Trabajo del Foro realizada en Montevideo los días 16 y 17 de octubre de 1992, donde los anfitriones uruguayos, inventores de la ingeniería política y organizativa que permitió la formación y el funcionamiento del Frente Amplio, desempeñaron un papel fundamental, que permitió destrabar la elaboración del proyecto de Normativas para el funcionamiento del Foro de São Paulo y su Grupo de Trabajo.
– Otra fue el IV Encuentro del Foro realizado en La Habana, del 21 al 24 de julio de 1993, que contó con la presencia activa y permanente del primer secretario del Partido Comunista de Cuba, Fidel Castro Ruz. El prestigio de la Revolución Cubana, cuya resistencia se convertía en prueba de que la globalización neoliberal no constituía un destino inexorable, explica la participación cuantitativa y cualitativa que se registró en ese evento, al que asistieron 112 partidos y movimientos políticos miembros, 25 observadores de América Latina y el Caribe, y 48 observadores de otras regiones, para un total de 185 fuerzas políticas de todo el mundo. En ese sentido, la Declaración de La Habana dice:
La elección durante el III Encuentro, celebrado en Managua, Nicaragua, de la ciudad de La Habana como sede de este Encuentro se transformó en una decisión trascendente. Logró la incorporación de 31 fuerzas políticas, entre las que se incluyen 21 partidos y movimientos anticolonialistas, populares y democráticos del Caribe, que fortalecen este esfuerzo unitario.
En el IV Encuentro del Foro, múltiples debates y enfrentamientos mediante, finalmente, se logró aprobar las normas que, en su esencia, se mantienen vigentes hasta hoy. La aprobación de esas normas y la inmaculada transparencia con que el Partido Comunista de Cuba las cumplió en su calidad de anfitrión de ese crucial Encuentro, fueron esenciales para la supervivencia del Foro.
Nada más lejos de la intención de este artículo que adjudicarles a uruguayos y cubanos la «exclusiva» en el «salvataje» del Foro. Por una parte, fue un proceso tenso, agobiante y extenuante en el que participaron todos los partidos y movimientos políticos del Grupo de Trabajo, proceso reconocido y avalado en la plenaria por los 112 partidos y movimientos políticos miembros participantes en el IV Encuentro. Por la otra, no fueron estas las dos únicas reuniones realizadas para establecer las «reglas del juego», pero sí hay que destacarlas porque en Montevideo se destrabó la construcción de consensos, y en La Habana esos consensos fueron democráticamente oficializados y comenzaron a funcionar, entre ellos, el consenso sobre la identidad, ya no solo de izquierda, sino explícitamente antiimperialista y antineoliberal del Foro.
La decisiva actuación de Lula y Cárdenas en el Encuentro de México celebrado en 1991, puso fin al enfrentamiento sobre el nombre del naciente agrupamiento político, y aquellos que entonces temían ser identificados como «de izquierda» ya no tienen esa aprehensión, debido a que ese término se ha relegitimado hasta el punto que, cobijados tras él, hoy se lanzan a la contienda electoral hasta algunos que no encajan en su definición más laxa. Además, el arduo proceso de elaboración y aprobación de las Normativas para el funcionamiento del Foro de São Paulo y su Grupo de Trabajo sentó las reglas para dirimir las discrepancias y contradicciones políticas, tanto las que se manifiestan abiertamente, como las que se ventilan como cuestiones de carácter organizativo. Sin embargo, el problema de fondo, que no es otro que la histórica contradicción entre reforma o revolución, no ha desaparecido: está replanteada en las condiciones actuales del mundo y de América Latina y el Caribe. Esa contradicción, que por momentos dormita latente y por momentos estalla en el Foro, no tiene ni tendrá solución dentro de él. Hay que resolverla en todos los frentes de lucha social, política y social política, a lo largo y ancho de toda América Latina y el Caribe. Y es el resultado de esa lucha en todos los frentes el que modifica, en uno u otro sentido, la correlación de fuerzas dentro del Foro.
Hoy, cuando partidos y movimientos latinoamericanos y caribeños orgullosos de sus identidades socialistas ocupan espacios sociales, políticos y político institucionales sin precedentes, incluido el control de gobiernos nacionales, estaduales y locales, y la elección de bancadas parlamentarias, quizás sea un shock para las nuevas generaciones saber que, hace no tanto tiempo, afirmar la identidad de izquierda, y más aún, la identidad antiimperialista y antineoliberal del Foro de São Paulo fue un logro extraordinario en una batalla librada «cuesta arriba».
Lea el artículo completo — http://alainet.org/active/5713
– ¿Qué podemos pedirle al olmo?
– ¿Tiene el Foro derecho a seguir existiendo?
– ¿Y si sembramos un árbol de peras?
– ¿Crear otro foro?
– ¿Crear una internacional?
– Consideraciones finales
(1) Ver: Atilio Boron: “Foro de Sao Paulo: balance desde Caracas” http://alainet.org/active/5631
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