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Soledad Anónima

Nov 13, 2024

El libro Soledad Anónima narra, en más de 160 páginas, fascinantes historias de los primeros habitantes del barrio Soledad San José Norte, de la localidad de Engativá. Su autor nos revela cómo además de construir las historias de sus ancestros, el ejercicio literario le permitió hacer catarsis para sanar sentimientos del pasado.

¿Cómo nace la idea de escribir la historia de un barrio?

Se dio la oportunidad de escribir la historia del barrio para el concurso Bogotá Historia Común en su cuarta versión, en el año 2000. Inicialmente no estaba previsto que fuera un libro independiente, pero cuando mi familia supo que la historia había ganado, me animó a imprimirlo para tener una copia. Se imprimieron 1000 ejemplares que se han distribuido entre las personas cercanas. Todavía quedan algunos ejemplares.

¿Qué es Soledad Anónima?

Cuando le estaba buscando el nombre al libro, a mi hermana Gloria se le ocurrió decir que este barrio era la Soledad anónima porque la reconocida es la de Teusaquillo. Me pareció que era un nombre perfecto y decidí llamarlo: Soledad Anónima. Es la historia del barrio Soledad Norte escrita a través de la historia de mi familia, como una de las fundadoras del barrio. El contenido se remonta a la historia de mis papás, dos campesinos que se volaron de sus respectivas casas siendo muy jóvenes y que luego de trasegar por diferentes sitios de Bogotá como inquilinos, llegaron a su propio caso lote en este barrio.

¿Cómo está estructurado el libro?

Tiene ocho capítulos que secuenciales: el primero, Una Familia un barrio, habla de los antecedentes de mi familia antes de llegar al barrio; el segundo, Un barrio de constructores, relata quiénes conformaban el barrio, que en su mayoría fueron trabajadores de la construcción; el tercero, La vida en los potreros, recrea la vida en un barrio rodeado de potreros donde jugábamos beisbol, la lleva y elevábamos cometa. Recuerdo que, en el potrero del otro lado del barrio, la familia Michelsen sembraba papa y cuando la cosechaban nosotros íbamos a “rastrojear”. Ladrillo a ladrillo, es el cuarto capítulo y cuenta cómo el barrio se hizo por autoconstrucción: las familias iniciaron construyendo una habitación, baño y cocina con ladrillos, latas o cartones, según sus posibilidades. Después construyeron el segundo y tercer piso.

El capítulo Entre Golconda y La Curia narra cómo a finales de los años 60 los primeros párrocos de la iglesia fueron los sacerdotes René García y Domingo Laín, miembros del movimiento Golconda, que era un movimiento de la teología de la liberación partidaria de la revolución social para reivindicar los derechos de los pobres. Por esta posición ideológica los curas fueron estigmatizados y la iglesia del barrio fue cerrada durante varios años, nos tocaba ir a la iglesia de Florencia o de La Granja. Yo creo que por efecto de esta catequesis, hoy este es un barrio de personas mayoritariamente progresistas.

Un lote de diversiones, hace recuento de cómo fue nuestra infancia y nuestros juegos. Era como vivir en el campo dentro de la ciudad. En los lotes construíamos casas en los árboles y sembrábamos frutas, tubérculos, maíz, etc. También teníamos gallinas, patos y conejos. Fue algo maravilloso.

Alzando el vuelo muestra cuando nos fuimos convirtiendo en jóvenes y adultos y nos fuimos de las casas. Finalmente, está el capítulo Adios a las casas, que narra cómo en el siglo 21 los fundadores fueron muriendo y sus herederos vendieron las casas a personas de empresas y el barrio comienza a tener una transformación radical, pasando de ser residencial a ser un sector de fábricas y bodegas.

¿Qué significó para usted y su familia este libro?

Escribir el libro fue toda una catarsis porque mi familia, como muchas de las familias de este barrio, era disfuncional. Muchos padres eran “borrachitos”, y mi papá, aunque era un excelente trabajador tuvo deficiencias, ya que fue un padre maltratador y nosotros tuvimos una infancia difícil en ese sentido. Sé que muchas de las familias del barrio también vivieron cosas similares y por esa época eran históricas las peleas en la calle. Entonces, evocar todo eso para mí, mis hermanos, mis papás y mis vecinos, fue algo que removió muchas emociones. Lloré muchas veces escribiendo el libro, pero me ayudó a perdonar.

¿Cree que el arte de escribir genera en los autores un efecto sanador?

Totalmente. Todos al escribir así sea una carta o un poema y al aprehender la realidad y procesarla, nos liberamos de las cosas malas que pueden haber ocurrido, pero también afloran a la superficie los buenos recuerdos y eso es liberador.

DESTACADO

“Al rescatar lo vivido en la infancia y la adolescencia pude hacer catarsis de todo lo bueno y malo y me pude liberar de muchas cosas. Lloré varias veces escribiendo el libro, pero me ayudó a perdonar”: Fernando Chaves Valbuena, autor del libro Soledad Anónima.

Fotografía: Fernando Chaves Valbuena, Comunicador social y periodista, autor del libro Soledad Anónima en el que recrea, con amenos relatos, la historia del barrio Soledad San José Norte, de Engativá.

Fotografía: La parroquia Nuestra Señora de la Soledad, construida por los primeros habitantes, es una de las múltiples historias del barrio en el libro Soledad Anónima.

“Como empleado de la empresa (ETB) papá logró conseguir el primer teléfono privado del barrio, el 406103. Había quienes agradecían el servicio y pagaban cumplidamente las llamadas como los Ramírez, los Pinto, los Días de Aguas Claras o María Nieto a quien la llamaba un hijo desde Estados Unidos.

…Otros pretendían hablar eternidades y emplear el teléfono para fines pasionales como el “Carimanchado” Rodríguez, un hombre tosco de sombrero volteado que siendo casado empezó a utilizar el teléfono para comunicarse con sus novias.

Mamá reaccionó con dignidad de mujer y no volvió a pasarlo. El hombre llegó energúmeno a hacer el reclamo:

  • Me dijeron que me han llamado muchas veces y ustedes no me han querido pasar ¿cómo así?
  • Qué pena con usted, pero yo no le puedo prestar el teléfono para amoríos.
  • ¿Ah no? pues deje verá que les voy a hacer quitar esa vaina.

Y se marchó sin poder hacer nada.

Otros usuarios se molestaban por la algarabía que los ocho niños Chaves hacíamos con nuestros juegos, mientras ellos hablaban, pero no siempre tenían la razón, como la mamá de Samuel Cortés, de Aguas Claras que vivía en el campo y no estaba familiarizada con los teléfonos. Una vez fue a contestar una llamada, pero no podía escuchar nada y, muy brava, se volteó a mirarnos y gritó:

– ¡Chito, que no dejan oír!

Todos quedamos callados por un momento. Lucía, a media lengua, aclaró:

  • Do que pasa es que tiene da bocina al devés

Y mis hermanos mayores explotaron en una carcajada”

Breve relato tomado del libro Soledad Anónima.