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A los 482 años del genocidio Muisca, y del magnicidio de Tisquesusa. ¿Cumpleaños de Bogotá?

Ago 6, 2020

Bogotá cumple 482 años desde cuando el 6 de agosto de 1538 Gonzalo Jiménez de Quesada a nombre del emperador Carlos V de España invadió el confederado de los muiscas. Miles fueron los indígenas masacrados y millones sacrificados desde el “descubrimiento” la liquidación de una civilización.

Así fue como Tisquesusa, el último Zipa de Bacatá, nuestro héroe de la gesta histórica, fue asesinado por las tropas invasoras europeas, en Facatativá en 1538, previo sometimiento de los asentamientos en Suba, Chía y Funza y del robó de nuestros tesoros en oro. Las flechas y piedras no resistieron a la caballería y el uso inmisericorde de la pólvora en manos de los forajidos españoles.

Esta es la verdad de la celebración pusilánime de la fundación de Bogotá, como si la llegada de Gonzalo Jiménez de Quesada fuera Alicia en el país de las maravillas, no señoras y señores se trató de una masacre, una invasión y un saqueo.

No obstante esta cruda historia el himno de Bogotá dice en su segunda estrofa:

“Tres guerreros abrieron tus ojos

a una espada, a una cruz, y a un pendón

Desde entonces no hay miedo en tus lindes

ni codicia en tu gran corazón”.

 

La literatura surrealista, del maestro Pedro Medina Avendaño quien compuso la  letra que pasó a ser el himno de Bogotá en 1974, es una oda al imperialismo con un romanticismo que falsea la realidad,  la segunda estrofa debería decir:

 

“ Mil querreros defienden tu tierra

A una espada, a una cruz y a un pendón

Desde Tisquesusa, nuestro último Zipa

Dignidad en nuestro corazón.”

 

(Tisquesusa, ThisquesuzaThisquesushaThysquesuca o Tisquesusecha, el último Zipa de Bacatá,asesinado por tropas españolas) 

Seguiré insistiendo, dicha estrofa debería ser cambiada, al menos en cada celebración lo cantaré así.

Y es que precisamente a punta espada y adoctrinamiento de la “Sagrada Inquisición” y seguramente de algunos judíos,  los indígenas fueron sometidos por una jauría de asaltantes que vinieron desde España a saquear.  Así se fundó SantaFe de Bogotá.

El mismo Jiménez de Quesada en sus memorias se refiere a sus hombres así: “me parece, como si nos hubiera quedado a todos una buena porción de locura, pues qué otra cosa puede ser sino locura guerrear contra indios inocentes, y abandonar su patria para robar objetos sobre los cuales no se tiene el menor derecho”. Una singular confesión en boca de un conquistador […]”

(Grabado de Theodor de Bry que representa el controvertido relato de Bartolomé de las Casas sobre la destrucción de las Indias, 1552.)

 

“Eran sus habitantes hombres guerreros elementales, sabios por instinto y por una educación basada en la tradición, en la observación de los fenómenos naturales y en el arduo trabajo de desnarigar breñas para extraer el rico oro, las finas esmeraldas y demás piedras preciosas que hicieron de su laborioso trabajo de orfebrería una indiscutible leyenda milenaria. Tanta riqueza y apacible opulencia, silvestres como lo eran y sin ningún otro afán como no fuera el de la manifestación inequívoca de la expresión de la belleza, que habla por si sola de sus nobles sentimientos, crearon en las mentes pérfidas y ambiciosas de los foráneos invasores una sed inaudita de sangre.

Esta fue la nefanda época que le tocó vivir a nuestro protagonista, enfrascado como estaba en una disputa abierta y en igualdad de condiciones por el dominio de sus territorios, era una lucha de nobles guerreros, la contienda inmemorial que nace de lo mas recóndito del alma humana, son los lazos atávicos invisibles con que nace el hombre en su lucha por la supervivencia, sin malicia, sin trampas ni artificios, frente a frente como dos verdaderos guerreros que luchan por su identidad. Tisquesusa el zipa de Bacatá, era sobrino de Nemequene, a quien sucedió en el zipazgo, máxima autoridad dentro de la jerarquía política de los muiscas de Bogotá. Había sido cacique de Chía y dirigió los enfrentamientos del zipa con los panches, enemigos de los muiscas, al comienzo del gobierno de su antecesor. Estuvo a cargo del gobierno mientras el zipa Nemequene dirigió la guerra contra el zaque Quemuenchatocha (quien ejercía su mando sobre los muiscas asentados en la parte norte del altiplano cundiboyacense), en la cual murió Nemequene. Tisquesusa, al igual que su tío, mantuvo como general de su ejército a su hermano Sagipa, quien continuó los ataques contra el zaque tunjano mientras se llevaban a cabo las ceremonias de sucesión del zipazgo. Concluidas éstas, el zipa, con acuerdo de los uzaques, decidió continuar la guerra contra el zaque, luego de que sus guerreros al mando de Sagipa sometieron al Ubaque, quien se había rebelado. El zipa y su hermano se dirigieron con más de cuarenta mil hombres contra el zaque Quemuenchatocha, quien, aunque también contaba con un poderoso ejército, se hallaba debilitado por las guerras pasadas.

En esta oportunidad el zaque no recibió el apoyo del iraca Sugamuxi, quien decidió mediar entre los dirigentes para alcanzar un acuerdo pacífico, y logró que se pactara una tregua que estaba por finalizar cuando llegaron los españoles al altiplano. Popón, famoso mohán del pueblo de Ubaque, el mohan era como el sabio clarividente de los pueblos indígenas, le había pronosticado al zipa Tisquesusa que unos extranjeros vendrían a su territorio y le sacarían su sangre, en la cual él moriría envuelto. Este presagio le hizo mirar con temor la proximidad de los invasores españoles y evitar el contacto con ellos. Cuando se enteró del avance de los invasores por su territorio, envió espías a Suesca, hacia donde éstos se habían dirigido, para que le informasen sobre los extranjeros, sus armas, provisiones de guerra, el número de soldados y poder intuir con cuántos guerreros podría expulsarlos. Mientras los espías estaban en Suesca, tuvo lugar la muerte de un caballo, lo que les permitió darse cuenta que caballo y caballero no formaban una unidad, como hasta el momento habían creído.

(Tisquesusa, monumento ubicado en Zipaquirá, al lado de la estación del tren y que apunta hacia el Cerro del Guasá.)

Con base en la información que le dieron sus espías, Tisquesusa salió de su cercado en Bogotá, en sus andas de oro, y se asentó en Nemocón. Esto motivó a los españoles a salir hacia ese poblado. Durante el viaje, la retaguardia de Gonzalo Jiménez de Quesada fue atacada por 600 guerreros de Bogotá, que fueron repelidos. Los informes obtenidos por Tisquesusa sobre la capacidad militar de los españoles y, en especial, sobre los desconocidos “truenos” que expedían los arcabuces, le indujeron a retirarse a su casa fuerte de Cajicá, donde dijo a sus guerreros: “No hay resistencia, ni le hallo poder contra estos hijos del sol, porque como cosa del cielo tienen truenos y disparan rayos.

Esta mi casa fuerte, aunque llena de armas, no es suficiente defensa para gente tan poderosa”, y sin detenerse volvió con toda prisa a su palacio de Bogotá. Una vez allí ordenó la evacuación inmediata del poblado, de tal suerte que cuando los españoles llegaron en su búsqueda lo encontraron abandonado. Ante la imposibilidad de encontrar al zipa, los españoles partieron nuevamente hacia el norte y luego de someter al zaque retornaron a buscar a Tisquesusa. Este se había retirado a su cercado, conocido como casa de monte, en las cercanías de Facatativa, a las afueras de Bogotá. Los españoles, mediante la aplicación de infames “tormentos” y la delación del subazaque, quien se había ofendido por los castigos a los que lo sometió el zipa por ayudar a los invasores, lograron establecer el sitio donde se había ocultado el zipa y lo atacaron de noche. Para escapar de la emboscada, Tisquesusa salió por un postigo falso, y un abucero, sin saber de quién se trataba y al ver la manta tan rica que llevaba puesta, lo hirió y lo dejó ir después de arrebatársela. Herido, el zipa Tisquesusa se fue al monte, solitario y desvalido donde murió desangrado; sólo fue descubierto tiempo después por los indios debido a que vieron sobrevolar a los gallinazos. El secreto de su muerte en 1539 se mantuvo durante casi un año. Fue con esta infame persecución que el abanderado Gonzalo Jiménez de Quesada fundó la Noble ciudad de Santafe de Bogotá capital de la Republica de Colombia. Pero este puñado de forajidos, lumpen de la decadente y degenerada corona española, en su afan de avaricia por encontrar el tesoro indígena de eldorado, para sostener sus guerras intestinas, no pudo encontrar mejores metodos para compartir este nuevo paraíso que habian tropezado por accidente, sin el más minimo respeto por sus ancestrales” [i]

Santafé fue la sede del gobierno de la Real Audiencia del Nuevo Reino de Granada (creada en 1550). A partir de 1717 fue capital del Virreinato de la Nueva Granada, acogiendo a los virreyes, tras haber disputado con Cartagena de Indias la sede virreinal. En 1819 se convirtió en capital de la Gran Colombia hasta 1830, cuando este estado se disolvió dando inicio a las repúblicas de Ecuador, Venezuela y Colombia (Panamá se separaría en 1903).

“El nombre de Gonzalo Jiménez de Quesada es bastante conocido en la historia de Colombia por haber sido el fundador de Santafé de Bogotá y haber comandado la primera expedición conquistadora en tierras de los muiscas. Sin embargo, no debemos olvidar que esta misma expedición, realizada durante los años de 1536 y 1537, fue la que estableció el dominio sobre el interior del país y consagró al río Grande de la Magdalena como la principal vía de comunicación entre la costa Atlántica y las regiones montañosas centrales. Esta sería la ruta de transporte de mercancías y pasajeros en los siglos venideros, permitiendo que el oro, la plata y otros productos secundarios llegaran hasta los puertos del Atlántico y de ahí a Europa, desde donde se enviaban el vino, los textiles y las manufacturas que dieron forma a las sociedades a ambos lados del océano. La importancia de esta expedición, desde este punto de vista, es lo que se quiere destacar en este breve artículo.

Debemos comenzar por ubicarnos a mediados de la década de 1530, cuando solo se empezaban a explorar las costas de lo que más tarde sería Colombia y se tenía una vaga idea de sus recursos y su geografía. Desde hacía cerca de cuarenta años, los europeos se habían instalado en las islas Antillas y desde su base de operaciones en Santo Domingo y luego desde Cuba, habían explorado toda la región Caribe en busca de poblaciones indígenas que pudieran saquear y de recursos que pudieran exportar. El procedimiento empleado era establecer campamentos temporales en las costas de tierra firme que servían de bases de operaciones mientras se saqueaban y atacaban los pueblos indígenas vecinos. El botín era luego llevado a las Antillas. Lugares como Santa María de la Antigua del Darién habían surgido de ese modo y tuvieron una efímera existencia. Pero a medida que las poblaciones indígenas disminuían por la guerra y las enfermedades, o se retiraban hacia el interior del continente, fue necesario establecer poblaciones más permanentes y de este modo se empezaron a fundar ciudades costeras y portuarias como Santa Marta (1525) y Cartagena (1533). Desde ellas continuó el saqueo de los pueblos cercanos y la exploración del territorio.” [ii]

 

La deuda económica, social y humana de Europa deberá ser reclamada… así como lo hizo el presidente de México, la historia se repite de vez en cuando, por el momento por ésta razón seguiré cambiando la estrofa del himno de Bogotá.

[i] http://www.geocities.ws/lucentum3/cuentos8.html#:~:text=%22TISQUESUSA%22

[ii]  http://www.banrepcultural.org/biblioteca-virtual/credencial-historia/numero-283/expedicion-gonzalo-jimenez-de-quesada-por-rio-magdalena