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BOGOTÁ SOCIAL

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En Uruguay ningún actor o sector político se reconoce públicamente de derecha. Eso no significa que no exista ni, mucho menos, que haya que recurrir a variables académicas o escalas “de cero a diez” para reconocerlas. Existe hoy y existió antes, aunque no se animen a reconocerse de esa forma.

Sanguinetti, quien fuera por dos veces presidente de la República, acuñó en el debate nacional -allá por los años noventa- la idea de “familias ideológicas”, según la cual el país se dividía en dos. Por un lado, el Partido Colorado y el Partido Nacional, los denominados partidos tradicionales, quienes gobernaron desde los inicios de la República hasta el años 2005 y, del otro lado, la izquierda, es decir el Frente Amplio (FA), partido creado en 1971 unificando a los distintos grupos de izquierda y, también, a partir del desprendimiento de sectores progresistas de los partidos tradicionales. Esta es una buena forma ya de prefigurar la separación entre la izquierda y la derecha en la política uruguaya.

La camaleónica derecha tradicional

En la actualidad, la derecha política está representada por los partidos tradicionales, aunque se reconozca en esos partidos sectores que realmente podrían sentirse muy incómodos con esa referencia. Pero también por un nuevo partido que aunque no participó en las elecciones nacionales de 2014 y hoy tiene representación parlamentaria, el “Partido de la Gente”, del que hablaremos más adelante.

Como se dijo, nadie se “pone el gorro de la derecha” en Uruguay. Dentro del Partido Nacional conviven dos grandes corrientes el “herrerismo” y el “wilsonismo”, y esta última reclama para sí una identidad más progresista. Sin embargo, y por poner un ejemplo, quien es el representante más reconocido de esa corriente, el senador Larrañaga del sector Alianza Nacional, está promoviendo una reforma constitucional a tono con otras de la región, que propone entre otras cosas que los militares puedan realizar tareas internas de apoyo a la policía[i]. Sin embargo, el herrerismo no acompaña, por ahora, esa opción. Tampoco lo hace ningún otro sector de la oposición, aunque ya algunos integrantes del Partido Colorado se van sumando. Habrá que ver cómo se mete en la campaña electoral del año próximo y allí se verán los apoyos que le puedan llegar a dicha propuesta.

El herrerismo está hoy representado por el hijo del ex-presidente Lacalle. Durante su Gobierno se promovieron las políticas privatizadoras de los 90, y también cuenta en su historial con el último asesinato por parte de las fuerzas policiales en una manifestación política. Tienen en la agenda latinoamericana una parte importante de su discurso internacional, atacando permanentemente a Cuba o felicitando el golpe que destituyó a Dilma, en Brasil.

Por otro lado, el Partido Colorado -quien gobernó durante la mayor parte de la historia nacional- hoy es un partido disminuido. Sin embargo, sigue jugando en la “cancha grande”. Su último líder en las dos últimas elecciones es el hijo del dictador Juan María Bordaberry, que inició la última dictadura cívico-militar en los años 70. Hoy anuncia su retiro de la política y el espacio que deja está intentado ser ocupado por Sanguinetti, aquél de las familias ideológicas de los 90.

Hace unas semanas el propio Sanguinetti convocó a una reunión entre los líderes del Partido Nacional, en clara señal de rescatar a la “familia”. Si lo que los une es la ideología, lo que les motiva es volver al Gobierno. Y Sanguinetti, con este cónclave, pretende avanzar en la posibilidad, aún remota, de una unidad superior a ambas divisas que los reúna para enfrentar a la izquierda. Eso parece lejos, pero desde ambos partidos existen corrientes que lo impulsan.

Un tercero con pinta de outsider

La Concertación fue un intento de hacer participar a los partidos tradicionales bajo un mismo lema electoral, que se presentó en las elecciones departamentales del 2015. Nació con resistencias en ambos partidos y ahora es un partido nuevo, llamado Partido de la Gente. Se presenta desde fuera del mundo político aunque sus referentes son hoy, principalmente, dirigentes de los otros partidos que se sumaron. Quien aparece cómo líder del Partido de la Gente es un gran empresario, muy a tono con otras propuestas políticas de la región y el mundo. Los empresarios devenidos en políticos que aterrizan con sus millones a hablar de “nueva política” o de la política como empresa. Nada nuevo, realmente; y claramente de derecha.

Contra qué pelea la derecha.

Lo primero es contra el Frente Amplio. Pretenden, como principal objetivo, remover al FA del Gobierno. Mientras, se van oponiendo de forma conjunta o alternada a las distintas políticas impulsadas por el Gobierno pero, en particular, todos al unísono entonan el coro de “la inseguridad”.

Se oponen a la denominada agenda de derechos, a las políticas sociales en general y a las de transferencia económica en particular. Se han opuesto a la legislación laboral promovida por el FA, especialmente la de los trabajadores rurales o del trabajo doméstico. Han defendido los privilegios de las jubilaciones de militares e históricamente han procurado enterrar la lucha por verdad y justicia frente al terrorismo de Estado de la última dictadura cívico militar.

En lo exterior se identifican con Macri, con Temer, con Piñera, con Rajoy, etc.: si bien no se animan a autoidentificarse públicamente, “por sus abrazos los reconoceréis”.

Una bocanada de derecha, no partidaria.

La derecha en Uruguay no sólo no se autoidentifica como tal sino que, a diferencia de otros países, no ha contado con expresiones sociales importantes, más allá de lo que puedan representar en sí las históricas cámaras empresariales.

Pero el 2018 trajo novedades. El 23 de enero surgió un movimiento autodenominado “Autoconvocados” luego llamado “Un Solo Uruguay”. Convocó a una movilización contra el Gobierno, aupando reivindicaciones económicas que afectaban a sectores productivos de la agroindustria. Los impuestos, el precio de la energía y el valor del dólar fue la tríada tras la que se encolumnó la consigna “rentabilidad o muerte”, sin desdeñar el sempiterno “Bajar los costos del Estado”.

La movilización se organizó fuera de las históricas asociaciones empresariales del sector rural, pero tuvo su apoyo, como el del resto del universo de Cámaras. Incluso en organizaciones de profesionales se discutió la posibilidad de apoyar la movilización. Pero, sobre todo, contó con el respaldo de la asociación de los grandes medios de comunicación que transmitieron el evento casi como si fuera cadena nacional.

Es cierto que últimamente han señalado que son una organización política pero no una organización partidaria. No obstante, sus referentes visibles y su simbología enuncian claramente su pertenencia a la “familia ideológica” de la derecha.

Hace pocos días, mientras los trabajadores de una estación de servicio (gasolinera) del interior del país realizaban una asamblea, un grupo de personas acudió de forma organizada -un grupo que preparaba una movilización de Un Solo Uruguay para los días próximos- intimidaron a los trabajadores al grito de “váyanse de acá” y otras referencias alusivas contra los trabajadores organizados y contra el Frente Amplio.

Por último, señalamos dos elementos más en este intento de visualizar las derechas no partidarias. A fines de junio un militar retirado fue procesado por vandalizar monumentos conmemorativos y recordatorios de acciones de detención, tortura y asesinato durante la última dictadura, llamadas “placas de la memoria”. Por otra parte, integrantes de los partidos tradicionales organizaron un patrullaje civil en algunas localidades, vistiendo chalecos antibalas y portando armas. Las expresiones más peligrosas de la derecha van perdiendo su timidez.

A modo de cierre

En Uruguay la derecha existe y está bien presente. Como en los tiempos previos a la última dictadura militar, expresiones no partidarias de grupos de derecha comienzan a procurar su espacio, provocando a los partidos tradicionales a ir asumiendo posturas de derecha más claras.

A poco más de un año de las elecciones presidenciales, las expresiones de derecha han abierto un abanico amplio, tanto a nivel partidario como en expresiones sociales y gremiales. El escenario regional más próximo los alienta, y no logran tragar todavía que el Frente Amplio, como expresión de las izquierdas, gobierne.

 

[i]https://www.elobservador.com.uy/larranaga-lanzo-la-campana-vivir-miedo-combatir-la-inseguridad-n1234353