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LA LLAMADA “GRAN PRENSA” CONTRA PETRO

Jun 8, 2018

 

Si algo demuestra lo que algunos han llamado “el fenómeno Petro”, es precisamente el arraigo popular del dirigente político, quien desde siempre ha sido combatido por la llamada “prensa tradicional” o lo que eufemísticamente llaman “medios de comunicación” que en realidad son “miedos” de información. Y la aceptación popular del candidato de Colombia Humana y el que esté en segunda vuelta electoral para Presidencia de la República (a pesar del fraude que estaba cantado), es precisamente la poca credibilidad que tienen esos mismos “miedos” de comunicación.

 

Y es que desde sus comienzos en la vida pública, Gustavo Petro ha tenido la persecución sistemática y atroz de esos medios. Los noticieros de televisión de entonces (que hasta eran más veraces que los actuales, aunque son casi los mismos), daban una orden a sus reporteros: en cualquier evento en que estuviese Petro, el camarógrafo debía saltar la imagen y seguir luego con los demás. Y en radio y periódicos, acostumbrados a manejar el poder que les entrega todo tipo de dádivas, la orden era similar: desconocer a Petro.


El hoy candidato presidencial, acostumbrado a la persecución desde que era un joven, siguió su tarea política y ha logrado cautivar a ese pueblo al que le han negado hasta la posibilidad de pensar y le han expropiado sus derechos.

 

En sus debates en el Congreso, salvo contadas excepciones, siempre el malo en los medios era Petro: no se divulgaban sus denuncias, sino que respaldaban a sus denunciados. Sucedió con la parapolítica, con la malograda (por fortuna) ley forestal, con la delincuencial reelección presidencial, con el intento de referendo reeleccionista, contra el cartel de la contratación y un sinnúmero de denuncias que terminaron dándole la razón a Petro, quien, recuerdo, fue el primero en hablar de lo que pasaba con empresas como Odebrecht (y nadie dijo nada, y menos lo que acá llamamos “justicia”).

Hay muchas razones para que esa persecución contra Petro se dé en los “miedos de comunicación”. La primera, pienso, es que es demasiado inteligente como para ser manipulado por el poder; y otras, como que no le rinde pleitesía a los dueños de esos miedos, ni suele congraciarse con sus directores, ni está invitando periodistas a festines y cenas en los clubes sociales ni bebe whisky con ellos ni le da regalos a los periodistas.

Petro no se había posesionado como Alcalde de Bogotá y ya los medios lo acusaban de pánico económico (como ocurre en la actual campaña), encabezados por Yamid Amat, quien persiguió desde su noticero (como decía Jaime Garzón) a Petro durante los cuatro años y jamás aceptó hacer rectificaciones.

Ya posesionado del cargo, la primera injuria la lanzó Gustavo Gómez en Caracol Radio, auspiciado por la candidata perdedora, Gina Parody. Inventaron que un domingo Petro manejaba un carro oficial, en estado de beodez, y había invadido un carril contrario y atropellado a un escolta. Cuando el Alcalde contó que no sabe manejar carro, el mismo Caracol sacó que fue la señora, Verónica Alcocer, a quien esos “miedos” han tratado de mancillar de todos los modos posibles. Todos los demás se pegaron el escándalo montado por Gómez-Parody. Un mes después, gracias a cámaras de seguridad, Petro logró demostrar que todo fue mentira, pero ya el daño estaba hecho.

Laboraba yo en ese entonces en esa empresa, Caracol, donde la orden era “todo contra Petro” por encima de todo. Y así lo fue en los cuatro años de la Alcaldía, y sigue siendo igual. Quien esto escribe tuvo el reto de ser jefe de prensa en la administración de Petro. Sin duda, una gran experiencia. En primer lugar, porque tuve la oportunidad de conocer de primera mano la mediocridad del periodismo colombiano, con muchos reporteros que solo buscan congraciarse con sus jefes para poder seguir “disfrutando” de los salarios de hambre que les pagan casi como una bonificación por servicios prestados, dentro de una estructura que esos mismos miedos han montado para envilecer el oficio.

Y luego, porque después de tantos años metido en el oficio, pude constatar que, en definitiva, los que se dicen “directores” o “forjadores de opinión”, con muy contadas excepciones, no son más que negociantes de prebendas y pautas publicitarias, mientras tratan de congraciarse con los dispensadores de favores que actúan como los también dispensadores de condones: por unos pesos, un elástico que no contamina.

Un listado interminable sería dispendioso y jarto hacer el listado de las mentiras y las procacidades que se dijeron en los “medios” contra Gustavo Petro durante su desempeño en la alcaldía, además de chismes infundados, injurias, calumnias y bajezas. Bastaría recordar unos pocos, como la serie de falsedades que casi a diario propagaba el Canal RCN sin que su director rectificara jamás a pesar de nuestras peticiones. Un director, Rodrigo Pardo, que funge de “periodista” pero que jamás ha cubierto ni siquiera un almuerzo en la Casa de Nariño. Para no hablar de Néstor Morales y su eternas difamaciones, a quien conozco bien no solo por ser mala gente sino por pretender que uno de periodista mienta a su conveniencia, como quiso hacer conmigo en por lo menos tres oportunidades.

Ni qué decir de revistas como Dinero, que al menos quiso hacer una entrevista con Petro pero no aceptaba que fuera en Kennedy, donde despachaba el Alcalde, porque era obligarlos a ir a una zona peligrosa habitada por el lumpen. Ni las atrocidades de Semana (que vivía haciendo lobby para que le financiaran publi-reportajes costosos. Ni de RCN, donde un comentarista, cuando mataron a un grafitero de Ciudad Bolívar se atrevió a decir que “un petrista muerto más o uno menos no era cosa importante”.

Ni hablar del récord “periodístico” de Caracol Radio que en los cuatro años jamás, léase bien, “jamás”, aceptó entrevista con Petro en los cuatro años, excepto una invitación al programa Hora 20 en que actuaban tres panelistas contra Petro, mas la directora, cuyo odio al candidato de Colombia Humana lo tiene en la médula espinal. Lo mismo que Vicky (seudónimo) Dávila, que recogía anónimos contra el Alcalde y su esposa sin darles la oportunidad de defenderse.

Cuando la Secretaría de Gobierno abrió un chat para informar a los periodistas que cubren Bogotá sobre los asuntos de la Administración, se convirtió en un rincón desagradable, por decir lo menos, que el solo publicarlo (y tengo guardados todos los textos) sería un atentado a la decencia, al buen gusto y a las mínimas normas de la urbanidad y del lenguaje.

Cuando Petro fue al Inem de Kennedy para anunciar la iniciación de trabajos para la Universidad Distrital en esa localidad, los reporteros de RCN Tv y de CMI llegaron a sabotear el evento incitando a los alumnos de bachillerato a chiflar al Alcalde para que esos muchachos se vieran en le televisión. Y a eso lo llaman periodismo, como cuando El Espectador registró una manifestación de recicladores respaldando a Petro pero lo presentó como un mitin numeroso en contra del Alcalde.

Y el récord de atrocidades lo rompió El Tiempo, encabezado principalmente por Yesid Lancheros, todo un campeón en “falsos positivos” mediáticos, quien inventó expropiaciones, oscurecía imágenes de eventos a plena luz del día para decir que se fraguaron en las noches, y otras bellaquerías casi diarias que incluyeron entablar amores con una contratista especializada en fraguar escándalos para que salieran en otros medios, menos en el que él trabajaba.

No quisiera extenderme más en el desagradable recuento de lo que hacen algunos disfrazados en la “libertad de prensa”, para esconder sus oscuros intereses. Podría decir que de todos esos miedos de comunicación, el que al menos presentaba cierta neutralidad era RCN Radio básica, y algunos otros pequeños que no entraban en el juego de perversidades.

La tapa la ha dado Caracol Radio en la actual campaña electoral, en un “todos contra Petro”, quien ha tenido el carácter de decirles en su cara y en su sede que no mientan. Y más aún a ese filipichín de Darío Arizmendi, hablando de pánico económico y fuga de capitales por el seguro triunfo de Colombia Humana. Y cuando Petro le dijo en su cara que la fuga de capitales ya existe entre otros por el propio Arizmendi y sus hijos, que para no pagar impuestos esconden su dinero en paraísos fiscales, como se comprobó en los “papeles de Panamá”, se limitó a dar por terminada la entrevista y cual arácnido pozoñoso escondió sus tentáculos para hablar contra el candidato cuando este ya se había retirado. El precio de la cobardía y los negocios.

Por eso celebro la propuesta de Gustavo Petro de apoyar desde el gobierno la creación de nuevos medios de comunicación con carácter alternativo y comunitario. Cada año salen de las universidades centenares de periodistas sin alternativas honorables de trabajo, recibiendo salarios de hambre y con jefes que mancillan su dignidad a cambio del derecho a sobrevivir, porque les han expropiado hasta el derecho a pensar y a informar.

Y pienso que el hecho de tener a Petro ad portas de la Casa de Nariño es una prueba más de la decadencia de la otrora llamada gran prensa, que día a día pierde credibilidad. Un hecho que se demuestra en las periódicas encuestas que presenta RCN, donde la gráfica sobre credibilidad de los medios (aunque ahora han cambiado eufemísticamente la pregunta), muestra desde hace varios años una línea descendente continua. 

Rodrigo Silva Vargas.


(Dejo constancia que no hago parte de directivas de Colombia Humana)
Bogotá, junio 7 de 2018