Escrito por NIXON TORRES CARCAMO
La ansiedad de alcanzar autonomía, reconocimiento, desarrollo e igualdad, ha sido una constante de las poblaciones, como asentamientos humanos, que en el pasado, posterior a la organización territorial, política y económica, de la américa precolombina, surgió como anhelos de libertad e independencia, en las Colonias Españolas.
En los territorios, que hoy se conocen como la Nación colombiana, se aprovechó la invasión francesa de España en 1808[1]. Puesto que el debilitamiento del imperio español, que regentaba la administración de estos territorios americanos, al verse debilitado por su subyugamiento o independencia de ese ejercito dominante, obligaba a desprenderse del control territorial que por fuera de sus fronteras, ejercían en estos territorios.
Esa libertad, por el apremio de España de su verdugo Francia, propició los brotes de independencia, que ya se venían manifestando por parte de los pueblos colonizados en América, conllevando a que una vez, aprovechada la oportunidad, se vislumbraran los primeros asomos de organizarse como Nación civilizada, con sus propias autoridades e instituciones.
Es así como en nuestro suelo patrio, al irse configurando la idea de organizarnos en república, las discusiones sobre qué tipo de organización política, para el tipo de Nación que se quería, era la más adecuada, las ideas federales o centralistas, fueron el abre boca de los cimientos del Estado colombiano.
Dichas ideas, desarrollaron confrontaciones en lo político y en lo militar, aparejando divisiones incontrolables, que alimentaron desde tácticas y estrategias políticas, el abandono a su suerte, de regiones enteras, como los Santander, Cartagena, Santa Marta, Riohacha, Popayán, que en el proceso de reconquista por la España Colonial, una vez superada la invasión francesa, no estaba dispuesta a renunciar a su control sobres estos territorios, fortaleciendo una posición indolente, como la asumida por los dirigentes de la región de Cundinamarca, a quienes desde, ese julio del 1810, desde un principio, no le agradaban las ideas de tener que aceptar que regiones como Cartagena, se levantaran como naciones independientes, unidas solo a través de una gran confederación.
Los principales argumentos, para que los lideres revolucionarios de Cundinamarca, no les agradara la idea una gran Confederación de Estados independientes, era la idea de la población dispersa, el poco desarrollo económico, la falta de ejércitos propios y sobre todo, que permitir la federalización de lo territorios de la Nueva Granada, era conectar con la imposibilidad de que esas regiones pudiesen resolver la subsistencia de sus habitantes.
Esa mentalidad, incluso, una vez, se libraron las gestas libertadoras de Bolívar, encontraron mayor sustento, al fortalecerse el criterio, que solo siendo una sola nación, con instituciones fuertes, autoridades reconocidas y un ejército organizado, podía ser la garantía de que estos pueblos no volviesen a ser presos de la esclavitud y la opresión por naciones extranjeras, y es sobre estos derroteros, que Bolívar, consigue instaurar una gran Nación centralista, al proferir la Ley Fundamental de la República de Colombia, de diciembre de 1819, donde se estableció “Que unidas en una sola República las Provincias de Venezuela y de la Nueva Granada tienen todas las proporciones y medios de elevarse al más alto grado de poder y prosperidad”, significando dicho acontecimiento jurídico –histórico, la configuración de una república centralista, que fue sustituida el 1 de marzo de 1832, cuando es promulgada la Constitución de la Nueva Granada.
De ahí en adelante se desarrollan Constituciones, que representaban los anhelos de autonomía e independencia de las distintas regiones apartadas de la Gran Colombia, siendo las principales las Constituciones federales de 1858 y de 1863, hasta que se profiere la Constitución Centralista de 1886.
En este devenir histórico, que representa los anhelos de desarrollo e igualdad de nuestras regiones, se han desencadenado confrontaciones que no sólo se reflejaron en lo político, sino también en lo militar, en levantamientos armados y perdida de territorios, como el caso de Panamá.
Ya en el siglo XX, bajo el imperio de una Constitución Centralista como la de 1886, las situaciones de contradicciones sociales por regiones, se convirtieron en el pan de cada día, pues lo más cerca del y el centro, representaba, mayores oportunidades de desarrollo para su habitantes, presentándose una abandono de las regiones, que en la medida que se apartaran del centro, así, estaba echada su suerte de olvido y deterioro social.
Es por ello, que al expedirse la Constitución de 1991, aparentemente, para salvaguardar los anhelos históricos de autonomía y desarrollo en las regiones apartadas del centro, estableció un modelo de Estado Centralista, pero con descentralización administrativa, que supuestamente otorgaría una mejor organización por regiones o en entidades territoriales que significarían su prosperidad, sin embargo, desde el Siglo XIX, hasta lo que va de inicios del Siglo XXI, tales preceptivas, han resultado ser simples aseveraciones, que no se materializan en esos anhelos de desarrollo e igualdad, donde los recursos que se obtienen de la explotación de recursos naturales renovables y no renovables, todos llegan y son administrados desde el centro del país, y a las regiones, por la estructuración de líderes políticos, que aprovechándose de su papel de intermediarios irreales y de espaldas al desarrollo de sus propias regiones, permiten que lo que regresen a las regiones, precisamente sean las migajas que crean abundancia de pobreza, sin decir menos, de la generación, por el olvido estatal, de organizaciones criminales que secuestran la libertad de los ciudadanos, no solo desde la delincuencia común, sino desde la delincuencia Estatal Nacional y Territorial, que con el ropaje de autoridades públicas, en muchas regiones, actúan organizadamente para dilapidar los recursos públicos a favor de amigos y familiares, constituyendo la tal llamada descentralización administrativa, en un método discursivo de concentración de riqueza y poder político, en contra de las mayoría de la población, que hoy, los sigue viendo como los héroes del mal, como ejemplo de un servilismo indolente al centralismo y del olvido de las regiones, como la Guajira, el Vaupés, Guainía, Guaviare, el Magdalena, Arauca, Atlántico, Bolívar, Sucre, Cesar, Casanare, el Vichada, el cauca, el Chocó, Nariño, el Putumayo, gran parte de Antioquía, Córdoba, etc.
Al estar constatado, que el tipo de modelo de Estado que se ha erigido hasta nuestros tiempos, no sólo ha degenerado la unión del país, sino que ha acentuado las desigualdades sociales, creando una gama muy reducida de nuevos ricos y un universo enorme de pobres, que ha sido la fuente de donde se han nutrido las ideologías revolucionarias desde el Siglo XIX, no podría pensarse una pacificación, sino se retoma, como centro de debate político, que tipo o modelo de Estado, es el que puede responder a las correcciones históricas, de enrutar el país, hacía bases fuertes que reconozcan la existencia de las regiones, de la necesidad de redistribuir la riqueza de la nación, de brindarle mayor autonomía a las regiones, en fin, un modelo de Estado, que indudablemente no puede seguir pensándose desde la teoría ego – estatal, del Saco y la Corbata.
Es necesario, comprender que Colombia, es y ha sido, un conjunto de regiones, que no está compuesta, nada más por una sola región, sino que es el conjunto geográfico y humano, que nutre la riqueza de una nación, que está representada en varios departamentos, como unidades territoriales, sin excluir los territorios indígenas, que aunque no existen por la incapacidad política del Estado, son también una necesidad de reconocimiento de la existencia a pueblos ancestrales, que siguen reclamando el derecho a poseer la tierra, que por años, les ha sido arrebatada.
Es por ende, una necesidad, que en momentos que se discuten reformas a la estructura del Estado, en la Habana – Cuba, como sede de los diálogos de paz entre el Gobierno y las FARC, que el Estado colombiano, comprenda, que ese dialogo, solo puede significar la pacificación del país, sí sólo sí, se discuten temas que en gran parte, son las raíces históricas de los problemas de confrontación político – militar, que desde los primeros intentos en tratar de ser una Nación madura, no hemos podido alcanzar, como mayoría de edad, tan anhelada.
Equivocarse en los temas relevantes que la sociedad espera se resuelvan, para un proceso de pacificación real, comprometería seriamente la estabilidad futura del Estado, toda vez, que si no se atacan los fundamentos históricos del conflicto, sería y es nada más, que ser miopes a la solución que desde el siglo XIX, están demarcados y a la vista de la solución de la desestabilización que hemos sufrido, y eso, lo podemos resolver, definiendo un nuevo modelo de Estado, que no puede continuar siendo, unitario o centralista, contrario, debe pensarse seriamente un modelo de estado Federal o que por lo menos tenga características, de que exista un reconocimiento en el concierto Nacional, de la existencia de las regiones, dotándolas de un Sistema Financiero propio, un régimen político con mediana autonomía, donde la población defina el tipo de desarrollo, acorde con su entorno geográfico, climático, económico y cultural, entre otros, y no que se impongan soluciones irreales, que no satisfacen el rompimiento con los niveles de pobreza y desigualdad social, que cultivan el resentimiento y la falta de identidad como nación.
Es por ello, que a partir del reconocimiento de la individualidad de cada región en el conjunto del país, que podemos construir un Estado en paz, para los colombianos y las colombianas.
[1] El Federalismo en Colombia 1810 – 1858, Robert Louis Gilmore, Universidad de Californía PH D.Santafé de Bogotá D.C., 1995, pagina 3, “La invasión francesa de España en 1808 fue significativa no sólo para Europa, sino también para el Nuevo Mundo. Las colonias españolas en rápido proceso de maduración, ansiosas de su mayoría de edad, le sacaron creciente provecho a la interrupción en la autoridad de la madre patria. Ellas reclamaban una participación cada vez mayor en el gobierno. La resistencia peninsular a la autonomía e igualdad colonial culminó en declaraciones de independencia. Los dirigentes de estos movimientos ya tenían ideas concebidas sobre las reformas a lograr y los tipos de gobiernos a establecer en las nuevas naciones. Casi sobre decir que no existía unanimidad entre ellos. El problema en cuanto a la forma de gobierno era doble: deberían fundarse monarquías o repúblicas representativas? A partir de este problema surgieron preguntas corolarias: De escoger una monarquía, debiera ésta ser absoluta o constitucional? De constituirse en una república independiente, debería ser centralizada o federal?