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Víctor Carranza: santo y demonio

May 4, 2012

El senador Iván Cepeda y el sacerdote Javier Giraldo escribieron el libro ‘Víctor Carranza, alias el Patrón’, un apasionante relato sobre el rey de las esmeraldas.

 

Lea el primer capítulo.

Víctor Carranza, alias EL PATRÓNIván Cepeda y Javier Giraldo, S.J.Debate
Al compás de uno de los éxitos de “El Binomio de Oro” bailan apretujadas las parejas en la plaza adornada con flores. Hay ambiente de fiesta, gente de todas las regiones ha venido a la coronación de la reina de la esmeralda y se celebra con entusiasmo; no se escatima el aguardiente ni los platos de chorizo y rellena. De repente, cuando tocan “Niña bonita”, la fiesta se detiene abruptamente y las parejas dejan de susurrarse al oído.


Una caravana de camionetas 4×4 último modelo con vidrios polarizados se estaciona en un costado de la plaza. De los vehículos descienden, raudos, escoltas con sombreros y cadenas de oro, armados con pistolas y subametralladoras que esconden bajo los ponchos. El hombre de rostro duro, cejas pobladas y mirada desafiante, que usa sombrero blanco, bluyín y una camisa roja deportiva que oculta su chaleco antibalas y que no exhibe ninguna joya, es “el Patrón”, “el zar de las esmeraldas”, “don Víctor”, “el amo de Boyacá”, Víctor Manuel Carranza Niño.
Sube al palco donde lo esperan los invitados especiales al reinado, que se apresuran a saludarlo; se trata de políticos de la región, autoridades locales, altos mandos militares y jerarcas de la Iglesia. A su lado están los miembros del gremio esmeraldero LuisMurcia, alias “el Pequinés”, Carlos Molina, Horacio Triana, los hermanos Lizarazo, la familia Rincón, el alcalde del municipio, el gobernador de Boyacá, Jorge Eduardo Londoño —el ahora fundador del Partido Verde—, y el comandante de la Policía del departamento. En el palco de honor se mezclan los dirigentes de las instituciones estatales y varios personajes que tienen pasado y presente sombríos.
El Reinado Nacional de la Esmeralda lo creó Yadira Pineda, una muchacha de origen campesino, hija de esmeraldero, dueña de una mina y quien fuera estudiante de diseño de modas en Bogotá. Para cambiar la imagen de la zona, en 2004 les propuso a “don Víctor” y a los empresarios de la región buscar un símbolo que fuera el “Juan Valdez” de los esmeralderos para exportar a mercados internacionales las piedras verdes colombianas. Se le ocurrió crear el certamen de la belleza en las zonas esmeraldíferas, que empezó con candidatas de pueblos vecinos a las que les prestaba ropa de su colección. El certamen, ya convertido en concurso nacional, se hace, además, para conmemorar el fin de las guerras que dejaron más de tres mil muertos entre los comerciantes de joyas.
Vea la esmeralda más grande del mundo, la Fura, propiedad de Víctor Carranza.
Tras la pausa de los saludos, la voz ronca y fuerte se escucha mezclada con los molestos chillidos producidos por la estática del micrófono. “Llevamos más de una década sin muertes violentas en la región”, dice Carranza. “Ahora sólo nos falta más presencia del Estado para consolidar el desarrollo económico y social de la zona”. El orador pide a las candidatas que, “con corona o sin ella”, cuenten en todo el mundo que “Muzo es un territorio de paz y ejemplo para los colombianos”. Cientos de mineros que trabajan para extraer las esmeraldas más bellas del mundo lo escuchan en actitud obediente y lo aplauden con entusiasmo cuando termina su discurso.
En la tarima, los animadores del reinado anuncian que las candidatas harán el desfile en traje de baño en el parque principal y que habrá cabalgata, bailes folclóricos y corrida de toros. Los micrófonos son retirados pero la música del famoso grupo vallenato continúa sonando. Con traje de minero, casco y un poncho que siempre carga, “don Víctor” conduce a los invitados y periodistas a un recorrido que incluye descender a más de 150 metros de profundidad en una de sus minas para llegar al epicentro de la riqueza esmeraldífera. Les cuenta sobre sus peripecias y éxitos más descollantes, como el haber encontrado las cinco esmeraldas más grandes del mundo.
Al salir todos le toman fotos y le hacen preguntas. Un joven periodista se atreve a tocar un tema vedado; le pregunta por las acusaciones en su contra por paramilitarismo, secuestro y narcotráfico que lo llevaron a la cárcel en 1998. Con sonrisa forzada, Carranza asegura que su inocencia ya fue probada y que su nombre se pronuncia con respeto y no con temor en las zonas mineras y en los Llanos Orientales. Para salir de la embarazosa situación uno de sus ayudantes le dice que es hora de ir a encabezar la cabalgata y los invitados lo siguen, sonrientes pero incómodos. Caminan despacio y murmuran sobre la imprudencia del aprendiz de periodismo. La fiesta no se detiene y se escuchan ahora vallenatos viejos. “El Patrón” se ubica en una mesa con sus amigos políticos, con los representantes de la Iglesia y los militares.
Vea una de las hermosas reinas de las esmeraldas acompañada de Víctor Carranza.
Para clausurar el evento, ya de noche, se inicia la ceremonia de coronación de la nueva soberana de la esmeralda. El temido “zar” ya se ha tomado varios tragos de aguardiente y con paso vacilante sube de nuevo al escenario, donde le ciñe la corona a la nueva reina, saluda al público como si él fuese el coronado, se acerca al micrófono, y con tono solemne, dice: “Perdón por la organización y modestia del evento. Esto antes ni soñarlo. Por eso para nosotros tiene un valor sentimental. Espero que no sea la primera vez que nos acompañen y sobre todo que vengan y comprueben que no es cierto lo que dicen de nosotros”.
El culto a “don Víctor”, que mezcla la fama de sus truculentas historias con el miedo que ellas generan, se ha encarnado en expresiones de cultura popular como los llamados “Corridos Prohibidos”. Uno de ellos, que lleva por título “Sangre esmeraldera”, del compositor Jimmy Gutiérrez, le rinde homenaje de esta manera:
A los hombres que trabajan arduamente,
allá en las minas les brindo este homenaje,
cantarle a ustedes para mí es un gran placer,
de muy adentro del corazón me nace,
no saben cuánto los admiro y los respeto,
Dios les bendiga y su gran coraje,
les corre por sus venas sangre esmeraldera,
sangre esmeraldera les corre por sus venas.
[…] Este homenaje que brindo al esmeraldero
va resaltando su labor tan sagrada,
con el respeto que merecen nombro algunos
y empezaré por el señor Víctor Carranza,
Jimmy Molina, don Luis Murcia y Juan,
don Pablo Elías y el señor Horacio Triana.
Les corre por sus venas sangre esmeraldera,
sangre esmeraldera les corre por sus venas.
Pero aquí todo no puede ser trabajo,
preparen gallos para el fin de semana,
por nada olviden pasiar en su buen carro
a esa mujer que le trae embrujada el alma.
Que no te falte tu música norteña
y junto a ella por nada el buen licor,
diviértase y nunca olvide, esmeraldero,
jamás perderle su gran fe a nuestro creador.
El de Carranza es uno de los cambios de imagen más asombrosos jamás producidos en el país. A quien se le han imputado decenas de cargos —difícilmente se puede encontrar un expediente más voluminoso— ha logrado con la ayuda de influyentes medios de comunicación y de personajes encumbrados de la política nacional, cultivar la imagen de hombre trabajador, sobreviviente de mil guerras y forjador de paz. Sin duda se trata de una exitosa metamorfosis. Como muestra de esa prodigiosa trasformación de identidad pública, importantes medios de prensa decidieron en algún momento dejar de citarlo como el “zar de las esmeraldas” y comenzar a llamarlo “prestigioso gemólogo”; olvidar su historia de presunto fundador de estructuras paramilitares y narcotraficante, para, en lugar de ello, consagrarlo como el paciente arquitecto de la paz en extensos territorios de Boyacá y Meta; igualmente convertir toda información sobre las reales dimensiones de su inmensa fortuna y de sus latifundios en un secreto inescrutable.
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