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De las multinacionales golosas: Telefónica

Oct 9, 2011

De las multinacionales golosas: Telefónica

Francisco Torres, Arauca, 12 de septiembre de 2011.

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El usuario que para su infinita desgracia, al levantarse un buen día –es un decir- se encuentra con que su línea telefónica no funciona, a su internet banda ancha no se le encienden todos los bombillitos o, monda y lirondamente, le está llegando la factura por carretadas de plata, se lo llevó el chiras, porque Telefónica -el monopolio español al cual el Estado colombiano le entregó casi regalada Telecom- no responde por nada y sí cobra por todo.




Mientras hace propaganda para embaucar a los ciudadanos con los modernísimos servicios que dizque presta, tiene el descaro de dejar a los usuarios dos y más meses sin servicios con cuentos chimbos como el de que hay un “daño masivo”. Pero, por supuesto, sigue cobrando sin importar que se eleven quejas y se interpongan derechos de petición.

Que no arregle los daños se debe a que le conviene ahorrar en trabajadores e insumos para aumentar las ganancias. Para eso son monopolios privados. Igualito a lo que pasa en la costa con la nunca bien nombrada Electricaribe. O a todas las multinacionales que secan los nacederos, arrasan las montañas, envenenan las aguas, destruyen las carreteras y sumen en el atraso a esta nación nuestra blandiendo la bandera de “la competitividad y la globalización”

Y si el usuario decide justamente indignado cancelar el contrato, ahí sí que arde Troya, porque la multinacional lo considera poco menos que un esclavo y con ánimo negrero –heredado sin duda de la colonia- decide que jamás de los jamases podrá ser libre. De tal manera que el encadenado ciudadano para poder evadirse de esta esclavitud moderna y no seguir pagando hasta el fin de los tiempos por servicios que no recibe, debe comenzar una gesta independentista con toda suerte de movimientos, incluidas tutelas, luchar meses y más meses y hasta comprar su libertad –su manumisión- con el pago de los recibos que le entre en gana a su majestad.

A esos extremos hemos llegado ante la vista complaciente de la superintendencia –que no sirve para nada bueno-, del Ministerio y del Gobierno, que, en el fondo y en la superficie, no son más que criados de las transnacionales. Si hasta el Ministro de las TIC fue alto ejecutivo de Telefónica, qué más se puede esperar.

Si a los usuarios les va como les va en cambio a Telefónica le va muy bien en Colombia. En sus resultados financieros de 2010 fue la filial de nuestro país la segunda, después de Brasil, en crecimiento en ingresos en América Latina. Reportó 1.529 millones de euros, de los que Telefónica -Telecom aportó 872 millones con utilidades antes de intereses e impuestos del 22,4% (EL TIEMPO, 26 de febrero de 2011).

Parece que todas estas ganancias de fábula no son suficientes para la empresa ni para el sumiso gobierno de Santos, por lo cual tienen la iniciativa de recapitalizar la inversión del Estado colombiano para luego fusionarla con Movistar, lo que en pocas palabras significa aumentar los recursos y el poder de la multinacional a costillas de los colombianos.

Carlos Gutiérrez Cuevas pone el dedo en la llaga en esa última maniobra “oscura, inconveniente y perjudicial para el país (donde) tal tipo de favorecimiento parece esconder los fallos de una gestión más dedicada a arrojar pérdidas al socio estatal nacional, mientras procura acrecentar las ganancias de un grupo privado extranjero” (EL TIEMPO, 5 de septiembre de 2011).

Ante esa situación de abusos para que una multinacional logre tasas de ganancia que jamás alcanzaría en su país de origen y que son utilizados para tratar de resolver los problemas que tiene por cuenta de la crisis económica mundial, los colombianos debemos resolver una cuestión fundamental: si comulgamos con la rueda de molino de la privatización como supuesta puerta de entrada al reino de la felicidad o si atendemos a los hechos que sufrimos y padecemos y, en consecuencia, actuamos para que el Estado atienda directamente los sectores estratégicos para beneficio de los colombianos y desarrollo de su economía.

Que lo segundo es posible lo demuestran los gobiernos de varios países de América Latina que han puesto en manos de empresas del estado sus servicios públicos y sectores económicos fundamentales. Y, sin salir de las fronteras patrias, la decisión de Bogotá –dirigida por una alcaldesa del POLO- de no permitir la privatización de ETB y, por el contrario, fortalecerla, muestra el camino que debemos seguir para recuperar nuestro patrimonio, cobrar tarifas adecuadas y prestar un servicio decente.

Y que no nos vuelvan a salir con el cuento manido de que lo público es malo y lo privado es perfecto. Para la muestra la ansiedad insaciable de Telefónica por súper ganancias y su desprecio, ese sí perfecto, a sus usuarios.