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El discreto encanto de las librerías de barrio

Ago 10, 2011

 

El discreto encanto de las librerías de barrio

 

Por Laura Juliana Muñoz


Están ahí, silenciosas, disfrazadas de antiguas casonas de barrio tomadas por libros, por miles de libros. Entonces alguien decide atravesar la puerta y la librería de turno abandona su discreción: lomos seductores, música para camaleones, aroma de café, un poeta camina en busca de inspiración, un desconocido se vuelve el contertulio de toda la vida. Ese es un poco de la magia de las bibliotecas que hoy en día se consolidan, más allá de las hojas, como espacios de variadas ofertas culturales.
 

Librería Luvina, barrio la Macarena

«Tener una librería es uno de los peores negocios, pero es indispensable». Así lo sentencia María Osorio, promotora de lectura y fundadora de la librería Babel. Ella, como muchos de los libreros independientes en Bogotá, tiene los pies en la tierra y las esperanzas puestas en que la oferta y demanda de libros estén a la altura de ciudades como Buenos Aires y México. ¿Cómo? Creando lectores, más que compradores. 

Es por eso que allí se consiguen libros que de otra forma no llegarían al país, se destacan novedades que no dependen de las listas de los más vendidos y libro que no haya, «se le consigue». Además, los libreros, quienes saben al detalle lo que reposa en sus estantes, suelen recomendar lo que ya leyeron y les gustó. Finalmente, está la amplia oferta cultural, una de las razones por las que un lector siempre vuelve… y nunca solo. 

Recorriendo el paraíso
«Yo que me figuraba el Paraíso bajo la especie de una biblioteca», dijo Jorge Luis Borges en su Poema de los dones, tal vez con la conciencia de que no existe un solo Edén, pues a no toda la humanidad se le antojan los mismos placeres. Por eso las librerías son un Paraíso perfecto: las hay para todos los lectores: intelectuales, poetas, principiantes, más bajos que un metro y los que no creen en ningún cielo. 

Este recorrido empieza en el barrio La Macarena, donde en una esquina se asoma Luvina, como el nombre de un cuento de Juan Rulfo. Esta dama es la consentida del escritor y artista Víctor Paz Otero, quien se encuentra una tarde cualquiera repasando libros de Simón Bolívar al calor de un café expreso. Otro de los personajes que ya han hecho de este su segundo hogar es Umberto Giangrandi, pintor y grabador italiano. Algunas de las obras de ambos maestros pueden verse en el segundo piso de la librería, que funciona como galería, sala de proyecciones cada sábado y micro-auditorio para las conferencias programadas. 

De vuelta al primer piso, donde han tenido éxito los conciertos de música contemporánea, Carlos Torres, fundador de este espacio hace cinco años, aclara que su objetivo no es tener todos los títulos, pero sí los culmejores en literatura y humanidades. Así, Luvina, más que una librería, es un tertuliadero y una esquina cultural que busca satisfacer a quienes buscan un lugar acogedor y multicultural. 

En Teusaquillo hay otras dos joyas: Casa Tomada (transversal 19Bis Nº 45D-23) y Babel. El nombre de la primera es prestado de uno de los cuentos de Julio Cortázar. Es una casona a la inglesa, grande y antigua, con el encanto del piso de madera que chirrea sutilmente, de patio luminoso como para abandonarse a la lectura y de estructura que termina en punta. Allí hay un altillo para los talleres y charlas relacionados con el mundo de la edición, que es en lo que más se fijan quienes llegan a Casa Tomada, ya que en sus estantes reposan ejemplares con bellísimas ilustraciones, papel de calidad y reimpresiones especiales de los clásicos de la literatura. Ahora, ¿cómo se imaginan los niños el Paraíso? De pronto con colores, piratas, hadas, mascotas y extraterrestres.

 

Babel libros, barrio Teusaquillo

Babel (calle 39A Nº 20-55) podría parecerse a eso. Fue creada hace 10 años por María Osorio, quien aconseja que «no sólo hay que dejarle la tarea a la escuela de formar lectores». Por eso, cada título de los miles que habitan este lugar fue pensado para enriquecer al público, al que aún usa pañales o al que ya exhibe sus canas. Se encuentran páginas dedicadas a la apreciación del arte para niños, a cómo sobrellevar el duelo por la muerte de un ser querido, o textos para maestros o ilustraciones que estudiantes de arte usan como referente. Además, cada sábado en la mañana hay una hora de lectura que no sólo es la posibilidad de que los niños lean, sino de que disfruten de una actividad placentera con sus padres. El recorrido continúa más al norte de Bogotá, en ArteLetra (carrera 7ª Nº 70-18), una librería de estrechos pasillos, luz tenue que inspira calidez, libros en italiano, inglés, francés y español. Colecciones antiguas, de artes y humanidades. Y aunque no pareciera haber espacio para más obras, aquí se acogen cada 15 días nuevas publicaciones. Son ocho años de lectura previa a la compra, libros curiosos, buenos amigos y jazz en vivo cada jueves en la noche. Este mes, la programación estará dedicada a la literatura fantástica. 

Muy cerca está Authors (calle 70 Nº 5-23), única en el país por su oferta de libros en inglés, sobre todo de editoriales estadounidenses. El segundo piso de esta casona es al mismo tiempo una galería en la que se hacen lanzamientos de obras de arte. El área infantil ocupa dos grandes salas y se complementa con material didáctico y Reading time todos los martes, una actividad de lectura para niños. Curiosamente, el 80% de los clientes son colombianos que han descubierto la exquisita oferta del mercado internacional.

Biblos Librería 

A Biblos (avenida 82 Nº 12A-21) llegaba Gabriel García Márquez en su busca insaciable de buenas letras, algo de inspiración quizá. Era tal la conmoción de la gente, que a los libreros les tocaba protegerlo de una avalancha de cazadores de saludos y autógrafos. En otra ocasión, este fue el lugar elegido por Álvaro Mutis para sentarse a hablar con los editores de Norma sobre su proyecto de empezar a escribir novelas. Resultó ser todo un éxito y más tarde, en presencia de esos mismos anaqueles, Mutis presentó sus novedades. Es una librería de acontecimientos únicos que desde el primer día se ganó el cariño de los vecinos del barrio y de varias personalidades. Así la recuerda Consuelo Gaitán, actual directora del Museo de los Niños y fundadora de Biblos en 1988. «Nació por la importancia de acercar los libros a la gente, generar espacios de tertulia y el deseo de que retornara la figura del librero de antes. Es decir, el que asesora y guía», explica quien fuera la propietaria de esta librería hasta el año 2000, cuando estuvo a punto de cerrarla por la crisis económica. Entonces se congregaron poetas, escritores, editores, empresarios y otros amigos para brindarle ayuda a este emblemático lugar del barrio. Así se vendió el 75% de las acciones de Biblos y el dinero fue reinvertido para hacerle frente al temporal. Del último movimiento fue culpable la Casa Malpensante, que adquirió la librería para renovar su oferta cultural: cada martes hay firma de libros. Pero tal vez la actividad más novedosa es la del «librero por una tarde» -todos los sábados- cuando un escritor reconocido se pone en los zapatos del librero para darle una opinión muy personal a los clientes sobre cuáles son los mejores títulos. Por ejemplo, el cronista Alberto Salcedo, quien ya compartió una tarde con los lectores, no deja de recomendar Hiroshima, de John Hersey, o cualquier texto de Truman Capote y Gay Talese que ronde por esos pasillos llenos, llenísimos de libros.

 

Libreria Teusaquillo Arte y Letras

Librería Arte Letra

El libro digital no es un obstáculo
El libro digital y el libro impreso no se anulan, se complementan. Esa fue la conclusión de los libreros que hoy sobreviven gracias a las personas que encuentran placer en olfatear las páginas nuevas, acariciar su textura, envolver un libro para regalarlo, escoger los mejores textos ilustrados para abrirles a sus hijos las puertas de la lectura y ser atendidos personalmente por alguien que conoce qué tiene en sus estantes.

Kindle, un lector portátil de libros electrónicos (y el aún mejor iPad, en colores), y los miles de portales en la red que ofrecen cualquier tipo de obra a bajo costo o gratis, son ventajosos en cuanto a economía, practicidad (llevar toda una biblioteca en la mano) y cercanía con las nuevas generaciones. En fin, acercan el conocimiento a las masas. Sólo por mencionar un ejemplo, las páginas de Internet afiliadas al Proyecto Gutenberg ofrecen más de 33 mil libros gratis. ¿Por qué esto es bueno para las librerías? Adriana Laganis, de ArteLetra, explica: «el libro digital no es una amenaza, porque es otra cosa. De hecho, es magnífico que exista, pues hay más divulgación. Lo virtual permite enterarte. Luego, si te gusta, llegarás al libro impreso». Es decir, las nuevas tecnologías son aliadas de la promoción de la lectura y eso se nota en el repunte de las ventas de libros en los últimos años, según Laganis. De hecho, librerías como Biblos sacan provecho de las redes sociales para promover sus novedades y eventos, y la venta de libros a través de la red. También hay alianzas. Google trabaja en un catálogo de fichas en unión de bibliotecas de todo el mundo para incluir sus colecciones en la búsqueda de libros y mostrar a los usuarios información general y, en algunos casos, dejar ver fragmentos.

El arte de ser librero

Los libreros tienen en común su pasión por la lectura y que han convetido estos espacios de cultura en sus proyectos de vida. Más que millones, ganan satisfacción cuando un cliente agradece el libro que recomendaron. «Ser librero es un placer. Es la posibilidad de contar una historia que no es la mía», dice de hecho Carlos Torres. Tal vez hasta tiene el mejor de los oficios: poder observar todos los sitios del mundo y todos los mundos en un solo sitio.
Pero el negocio de las librerías no es fácil: hay que competir en creatividad con las grandes cadenas de librerías y sortear las trabas de las editoriales y las falencias de un país cuyas cifras de lectura no son alentadoras: apenas dos libros por persona al año. Fue por eso que, en 2007, la mayoría de libreros se agremió y creó la Asociación Colombiana de Libreros Independientes, con la que se han hecho eventos como la Feria del Libro Infantil (con la ayuda de la Cámara Colombiana del Libro) y apoyado librerías itinerantes por Bogotá.

El arte del librero es la honestidad con la que involucran a las personas con las letras. A veces deben ser medio sicólogos para saber qué es lo mejor que pueden recomendar. Otras, tienen que convertirse en investigadores para seleccionar a los mejores autores, apoyar a las editoriales independientes, buscar las traducciones más apropiadas, recuperar clásicos convalecientes y -con tal de que cada vez haya más y mejores lectores- estar dispuestos a la bancarrota.

Tomado del Periódico: CiudadViva
Publicación de la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte